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Las rebajas son la piedra filosofal del capitalismo, porque revalorizan el mercado a la vez que crean necesidades de consumo (de consumir más allá de nuestras posibilidades), y por tanto, de nuevas rebajas. Nada es gratis, todo tiene su precio. Pero cuanto más se rebaja algo, persona o mercancía, más se revaloriza desde el punto de vista contable, que es el que cuenta. Y viceversa, porque en ocasiones, como es el caso de los sueldos, revalorizar también equivale a rebajar. El valor añadido suele consistir en eso, y siendo así las cosas, cada año por estas fechas (tiempo de rebajas) me pregunto por qué las rebajas oficiales se reducen a ciertas fechas, y a un corto número de productos de poca monta, tales blusas, camisetas, paraguas y electrodomésticos (lavadoras, ordenadores, móviles), cuando en la vida real, y si como decimos rebajar es el cogollo filosófico del capitalismo y su motor económico, todo debe rebajarse siempre, y se rebaja. La política, la justicia, el lenguaje, la salud pública, la enseñanza, la democracia, las palabras… Todo salvo la vivienda, claro está, que a consecuencia de la primera ley de Newton, la de la inercia, se revaloriza constantemente. Pero es una excepción, producto acaso de la entropía y desorden de los sistemas, porque en general, si algo o alguien no está lo bastante rebajado, no vale nada. Carece de mercado, está fuera de la economía estándar.

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Rebajas de supervivencia. ¿Por qué entonces hay una fecha predeterminadas para rebajar las camisetitas y móviles, trivialidades irrelevantes, mientras todo lo demás se rebaja por sí mismo continuamente, qué remedio, a fin de mantener la estabilidad del sistema tal como prescriben las ecuaciones de la termodinámica? Atribuyo estas rebajas de enero a una especie de ritual simbólico, una celebración pública conmemorativa similar a los ritos funerarios, puesto que polvo somos y en polvo nos convertiremos. Pero como no soy antropólogo, ni ganas, me olvido del asunto enseguida, y no vuelvo a pensar en ello hasta el año próximo. Olvido que todo se rebaja para revalorizarlo. ¿Para revalorizar qué? Pues lo que sea, todo. La verdad, hoy no estoy muy seguro de lo que estoy diciendo. Me confunde tanta rebaja. Ya lo volveré a pensar el año que viene, si aún me lo permiten las jodidas rebajas.