Contigo mismo
Obviar la serenidad del amor
Tres informaciones distintas, separadas temática y temporalmente, tienen, sin embargo, para ti, un elemento en común: algo estáis haciendo mal. La primera alude a los conflictos familiares que aumentan durante las fiestas de Navidad. La segunda señala como, después de éstas, las depresiones se incrementan. Y la tercera apunta a que no han de darse tareas durante las vacaciones escolares porque esos días de jolgorio están hechos para disfrutar y no para estudiar. En los tres casos –¡ojo!–, el marco es el del Primer Mundo, es decir: el mundo de la aparente opulencia y en el que casi todo hijo de vecino tiene sus necesidades vitales cubiertas. ¡Curioso! ¿Las causas? Quizás las hallaríais en un lúcido texto de Pablo d'Ors (incluido en su libro «Biografía de la Luz»): «Hoy hemos matado a nuestros padres y profesores, nos hemos independizado de ellos, poniendo en crisis la institución familiar y cualquier principio de autoridad. La consecuencia es que casi nadie se siente en estos tiempos hijo o discípulo, es decir, que apenas existe un verdadero reconocimiento de la sabiduría de nuestros mayores. Más que el pasado (…) la mirada se dirige hacia el futuro, en especial hacia los nuevos descubrimientos científico-técnicos, que, presumiblemente, nos conducirán a una vida mejor. Hoy se asocia ser hijo o discípulo con depender más que con amar. Pero si no somos hijos, lo cierto es que no podemos, evidentemente, ser hermanos. Y es así como el olvido del origen nos convierte en una sociedad que se precipita hacia el futuro a un ritmo creciente y vertiginoso. Esto es lo que nos incapacita para ver y escuchar de verdad y para sentir y comprender que todos somos uno».
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