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El sábado te enteraste de que el Madrid había marcado por el grito, coral, que emanó de no sabes dónde, en tu barrio. Y, en ese preciso momento, en esa noche de pasiones y de Pasión te percataste de que, en esos cincuenta años de colaboración ininterrumpida con el MENORCA, jamás habías hablado de fútbol. Lo harás hoy. Y lo harás con unas confesiones iniciales:       

A.- No te agrada.       

B.- Sientes cierta simpatía por el R. Madrid. Pero no se asusten. De hecho, tan solo conoces a uno de sus jugadores. Lo tuyo es puro sentimentalismo. Un simple acto de amor hacia tu padre, un buen hombre y un madridista -él sí- convencido. Su querencia probablemente nació porque cursó sus estudios en Madrid en tiempo malo. Por otra parte, en toda tu vida, sólo has visto un partido y cuarto y mitad de otro. Y fue por compañerismo…

- ¿Lo explicas? -te preguntas-.

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- Lo explicas -te contestas-. Aún a riesgo de que te tomen por loco…

En cierta ocasión, Albert, Bonet y Seo, tres magníficos amigos culés, te invitaron a que vieras un partido con ellos en la Penya del Barça. Iterarán otras invitaciones, pero no esa… ¡Seguro! Durante el partido, bromeaste incesantemente con ellos, pidiéndoles, en plan humorístico, un sinfín de aclaraciones. A saber: qué era un fuera de juego (te lo explicaron utilizando botellines); quién era ese señor de negro con el que se cabreaban prácticamente todos y que parecía no pertenecer a ninguno de los dos bandos en liza; cómo se había pintado esa enorme circunferencia central sobre el campo y para qué servía, etc. Con una paciencia inenarrable te fueron contestando entre risas. En esa tesitura, emularon -y ganaron- al pobre Job. Arrepentido, optaste por permanecer callado 30' durante el segundo tiempo, algo que no te resultó fácil por la locuacidad que te caracteriza y que se ha ido agudizando gracias a profesión y jubilación.

Recuerdas esa velada con profundo cariño. Pero persisten, en ti, ciertos interrogantes: ¿Por qué ese deporte enloquece a verdaderas multitudes? ¿Por qué se celebra tanto la victoria propia como la derrota ajena? ¿Por qué relacionáis al fútbol con esencias patrias o nacionalismos si los equipos se conforman en la actualidad a golpe de talonario y no de cantera? ¿Por qué ese deporte induce a muchos a la animadversión?

Y, sin embargo, algunas cosas te acercaron, hace poco, a él, al fútbol. Como te acercó al jazz -que tampoco te gustaba- un brillante diálogo incluido en la película «La La Land». Una de ellas fue, sin duda, el test/entrevista a Jorge Valdano    que, por azar, escuchaste recientemente y gracias al cual el exjugador, con una lucidez admirable, logró convertir en sinónimos ética y fútbol... Algunas manifestaciones (relacionadas con lo que le sugerían ciertas palabras o ciertas cosas) merecen ser reproducidas (las preguntas aparecen entre paréntesis): «Jugar al fútbol es como revivir la infancia»; «la polarización» (lo que más le preocupa de España); «una oportunidad» (la vida constituye); «es poesía del cuerpo» (el fútbol); «a los artistas hay que medirlos por su obra, no por su vida» (Maradona); «el último genio» (Messi); «un gran profesional debe ser siempre un gran ser humano»; «confusión» (España); «un infierno» (dictadura); «sustitución de la guerra» (política); «una aspiración poco recomendable» (fama); «me suena a divisorio (centralidad), parece un término opuesto a periferia; yo aspiro a que todos formemos parte de esa centralidad»; «autenticidad» (personalidad); «veneno» (redes); «redes» (veneno)… Chapeau!

Esas declaraciones –repites- despertaron en ti cierta e inesperada simpatía hacia el fútbol. Como la amistad de esos tres grandes camaradas barcelonistas que te aguantaron lo indecible. Por otra parte, a él le debes la felicidad que le proporcionó a tu padre. Por tanto, no se asusten si un día de estos te conviertes en un aficionado radical. Al fin y al cabo, ya sabes que es un fuera de juego, que ese señor de negro es el árbitro y que esa enorme circunferencia del campo no fue trazada con un compás gigante…