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Él había leído PCO (poco). Por no decir nada. Salvo las lecturas obligatorias de Secundaria. Por eso, cuando alguien le hablaba de alguna obra emblemática, el adolescente formulaba un XDON (¿Perdón?) seguido de un NLC (no lo conozco)… Si quien le inquiría por Machado o por Delibes insistía, el muchacho se encolerizaba y vomitaba un K QRS? (¿Qué quieres?). Le faltaba, tan sólo, un tío. Pero esa palabreja no figuraba todavía en el lenguaje del whatsapp, por lo que el chaval optaba por recurrir al emoticono de un corte de mangas. «¿AD+ y DPS de todo, para K/Q me servirá conocer a esos autores de mierda (emoticono mierda)?» «Lo que necesito es SRT (suerte), una parienta a la que decirle TKM (te quiero mucho) y arrearle luego un BS (beso)».

Un día la halló. A Ella. Se veían poco. Lo suyo eran los MSJS (mensajes). «¿DND nos vemos DPS?» –le preguntaba Ella-. «M1ML (mándame un mensaje luego)» - le contestaba Él-. En cierta ocasión se vio en la necesidad de utilizar el lenguaje… «M1ML y deséame SRT. El cabrón del profe de lengua me ha suspendido por tener una expresión pobre y cometer mogollón de faltas. ¿K QRR ese hijo de la gran…? Intentaré convencerle de que me ponga un cinco» (cinco lo escribió con K). «TKM (Te quiero mucho)» –concluía-.

Ambos crecieron apegados a ese código. Rara vez se miraban a los ojos, ni veían en ellos bellísimas metáforas que hablaban de cielos o mares… Él jamás se fijó en que Ella era rubia ni Ella en que Él presentaba extrema delgadez. Las caricias fueron suplidas por corazones lanzados al aire en forma de emoticonos. Y el amor se expresó con esos otros ojos en forma de corazones, con besos en amarillentas caras, en margaritas y rosas sin olor, en amaneceres virtuales que jamás vislumbraron juntos, en playas que no pisaron y que solo visitaron en pantallas de móviles. Y si algún día discutieron les bastó con recurrir al emoticono demonio rojo, al dedito ya mentado, a la mierda que no olía, pero sí hería… La reconciliación se expresaba luego con un TKM iterado y con enorme corazón rojo que latía falsa e insistentemente… «Yo TB TKM + emoticono corazón rosa» – le contestaba Ella entonces-.

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Todos los emoticonos de amor se fueron almacenando en ese apartado del whatsapp donde figura un reloj… Ese reloj que indica cuáles han sido los más utilizados en las últimas horas… En los albores de su relación amorosa, en esa casa virtual del reloj, sí, siempre se hallaban y vivían corazones (de diverso color y tamaño) flores, seres amarillentos de ojos amorosos y sonrisas abiertas, amaneceres, besos, estrellas…).

Él no encontró trabajo… Redactar un currículum fue, para empezar, algo costosísimo… Con el tiempo se le agrió el carácter… La vida era otra cosa, distinta, muy distinta a la virtual… Eso que le pasaba a Él mientras permanecía pegado a su Samsung…

Un jueves Ella descubrió que en la casa del reloj había menos corazones, menos flores, menos playas, menos emoticonos de afectos y querencias… «¿K nos STRA pasando?» –se inquirió-. Pensó que sería fruto de la casualidad… «MÑA volverán los besos al rincón del reloj» –se consoló-.
MÑA TPC fue distinto… Fue peor… En la casa del reloj, en ese apartado que aparecía, invariablemente, en el lado izquierdo de los emoticonos, no halló ningún beso, ninguna rosa, ningún corazón rojo latiendo… Fue el preciso momento en el que se dio cuenta de que su relación languidecía, de que en sus whatsapps las muestras de afecto habían ido desapareciendo, de que el amor se diluía… Cierto día, en ese maldito compendio de los emoticonos más usados, no apareció ya muestra alguna de afecto… Él le mando un XDON (perdón)… Ella no contestó… Los emoticonos ya le habían augurado lo que ÉL iba a decirle… Lentamente accedió a Ajustes y vació el Chat…

Y experimentó el terrible peso del vacío… Asustada, hizo algo insólito: agarró un poemario de Salinas… Y sintió el dolor que produce una pérdida, en su caso, una doble pérdida…