TW

El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha dirigido a España como miembro de los BRICS, quizá confundiéndolo con aquellos PIGS (Portugal, Italia, Grecia y Spain) tan jocosos de los que se hablaba hace unos años. Está clarísima la visión que tiene de nosotros. Y seguramente no solo él, sino la mayoría de la población al otro lado del Atlántico y, en general, la de los países desarrollados. Porque España sigue siendo diferente. No logramos quitarnos de encima la bata de cola, los churros y los toreros. Que estemos en el selecto club de los países avanzados es algo que prácticamente nadie se termina de creer, ni siquiera nosotros, porque aquí todo funciona a base de trapicheos, ocultaciones, meriendas de negros y demás mandangas tan típicas españolas. Ahora mismo el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, anda enloquecido por las esquinas intentando pactar con unos y otros –conseguir que los fachas de Junts coincidan en criterios económicos con los perroflautas de Podemos es la cuadratura del círculo– para que Europa nos dé la bendición tras la subida de impuestos al gasoil.

Noticias relacionadas

La bendición son 25.000 millones de euros para gastar a lo loco, que es lo que nos gusta. Yo me pregunto hasta qué punto un país puede considerarse desarrollado y soberano si depende de las dádivas de una entidad superior para cuadrar las cuentas. Somos la locomotora europea, presume Pedro Sánchez, pero el combustible de esa maquinaria que a tanta potencia funciona procede de la generosidad de otros. Habría que preguntarse cómo nos irían las cuentas si intentáramos sobrevivir con lo que tenemos. Lo más probable es que estaríamos, como piensa Trump, en la liga de las naciones que quieren, pero no pueden.