Tal como se acostumbra anualmente ilustrar las participaciones de la Lotería Nacional de Navidad con artísticos reproducciones de obras de arte referentes al sublime acontecimiento cristiano que en esos días se celebra, se nos ha ofrecido la reproducción de una bella y sugestiva pintura que desde mediados del siglo pasado permanece en el maravilloso Museo del Prado de Madrid y que destaca por su belleza de ejecución y por unos peculiares, detalles que la distinguen del gran número de obras que reproducen los diversos acontecimientos de la infancia de Jesús.
Con el nombre de Rodrigo de Osona se conoce a un fecundo pintor establecido en la región de Valencia y del levante español, con el cual trabajaba un hijo suyo siguiendo un estilo muy semejante al de su padre, y se le designaba con el mismo nombre se su padre añadiendo a veces con la indicación de «el joven». Por todo ello resulta muy difícil precisar cuáles pinturas son propias de cada uno de los pintores, por lo cual se ha acostumbrado hablar simplemente de «los Osora». Actualmente se sabe que el verdadero nombre del hijo era el de Francisco de Osona, teniendo además en cuenta que el hijo murió cuatro años antes que su padre. En efecto, los años de vida de ambos son así: Rodrigo de Osona 1440-1518; Francisco de Osona 1465-1514. Con razón, pues, bajo la reproducción de la pintura que figura en las participaciones de la Lotería Nacional de Navidad se lee: «Francisco y Rodrigo de Osona», cabiendo también la posibilidad de que ambos trabajaran en la misma obra.
El tema de esta pintura se caracteriza por la muy intensa y dilatada expresión tanto de la presentación del Niños Jesús recién nacido, casi desnudo, colocado en el pesebre sobre la paja y encima de unos pañales destinados a protegerle, a la vez que la Virgen María y san José están contemplando como en éxtasis el admirable misterio de la encarnación del Verbo de Dios para realizar la salvación del género humano. La ambientación del acontecimiento de la natividad del Señor consiste en un refugio bastante abierto a la intemperie y mantenido con frágiles apoyos, situado entre las ruinas de unas derruidas murallas, lo cual ha dado origen a la tradicional expresión popular de «el portal de Belén».
Otro adjunto mensaje que no puede faltar en los belenes es la llamada «la adoración de los ángeles al recién nacido Salvador del mundo». En esta pintura de los Osona se efectúa la adoración por tres ángeles de pequeñas dimensiones como manifestación de que se refiere a una realidad distinta de la existencia humana. El profesor Sánchez Cantón anota que uno de los ángeles «arregla los pañales del pesebre, rasgo de relativa originalidad» y añade que el pintor «supo fundir con personalidad, vigorosa la aportaciones de Flandes y de Italia».
Otra peculiaridad de le obra pictórica que comentamos es que los llamados reyes magos no llegan con fastuosos acompañamientos, sino que acuden al Portal de Belén con sencillez y contemplan como desde afuera del refugio con cautela y reserva, indicando que tienen en cuenta el peligro que les asecha por parte del rey Herodes. Esta presentación en cierto modo va de acuerdo con la «Vita Christi» escrita en valenciano por la monja Isabel de Villena, que nos presenta a san José acompañando a los Magos hasta la orilla del mar a fin de huir así de las malvadas intenciones de Herodes, lo cual describe con estos términos en valenciano: «E volemt se partir los dits reys, lo cortès spòs de la senyora , Joeph los volgué acompanyar fins a mar, e fou ab ells fins que foren en fusta, cofortant los tostemps e dient: Viriliter agite et confortetur cor vestrumn. E com hageren donada vela, els hagués perdut de vista, retornà Joseph al Snyor e a la sua mare, ab infinites recomandacions de aquells de aquella que ab tan gran anyorament seguien son camí. (Vita Chisti cap.76).