Acciones tan cotidianas como beber en una botella de plástico pueden ser peligrosa para la salud.

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«En cada litro de agua embotellada se pueden encontrar cerca de 250.000 partículas de plásticos, la gran mayoría nanoplásticos». Así lo pone de manifiesto el especialista en Salud Pública y Medicina Preventiva, Joan Carles March, en base a varios estudios, que también alerta de los riesgos al cocinar. «La presencia cada vez mayor de microplásticos y nanoplásticos genera una preocupación creciente porque estos pueden persistir en el medioambiente durante siglos», advierte el experto.

Aunque el ejemplo de las botellas de plástico es muy llamativo, no es el único caso. Esto se debe a que hay artículos tan cotidinados como los biberones, las latas de comida o el revestimiento de las tuberías de agua potable que están fabricados con bisfenol A (BPA), un químico sintético muy usado en manufacturas y en los embalajes de los alimentos, que puede afectar a los sistemas reproductivo e inmunitario.

«Hay una preocupación creciente por la exposición a contaminantes químicos ambientales vehiculizados por la alimentación, ya sea por el residuo de pesticidas, por el embalaje o el envasado de los alimentos, sobre todo el plástico; así como por la forma de cocinar, a través de las sartenes antiadherentes o algunos utensilios de plásticos», avisa March. Además, advierte que también hay tóxicos en la composición de los cosméticos y en los textiles que pueden introducirse en el organismo por contacto dérmico. «Todos esos elementos conllevan la exposición humana a un tipo de contaminantes que llamamos disruptores endocrinos». Por ello, recomienda reducir la compra de alimentos envasados en plástico, no calentarlos en estos recipientes, ya que los que se meten en el microondas deben ser de cristal, y lavarse las manos.

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En este punto, resalta que «en los últimos años, diferentes estudios han detectado la presencia de nanoplásticos en la sangre de hombres y mujeres, en la placenta de mujeres embarazadas y en la leche de madres que acababan de dar a luz. Los autores de algunas de estas investigaciones indicaban ya que los microplásticos y los nanoplásticos contienen sustancias que actúan como disruptores endocrinos y que pueden tener efectos a largo plazo en la salud». Los nanoplásticos son partículas de plástico muy pequeñas, de un tamaño que oscila entre 1 y 1.000 nanómetros (un nanómetro es una millonésima parte de un milímetro). Por su parte, los microplásticos son fragmentos de hasta cinco milímetros que sí pueden ser perceptibles por el ojo humano.

Más riesgo de sufrir infartos o ictus

March resalta que «un estudio publicado en la revista médica New England Journal of Medicine permite, por primera vez, analizar la relación entre la acumulación de plásticos en el organismo y el empeoramiento de la salud. En concreto, detectó que los pacientes con nanoplásticos en sus arterias multiplican por 4,5 los riesgos de sufrir un infarto o un ictus, debido a que la presencia de fragmentos de este material favorece la inflamación».

No obstante, el especialista en Salud Pública matiza que «medir los posibles efectos adversos de los plásticos en los humanos es mucho más difícil que en los animales, ya que los primeros no pueden ser alimentados intencionadamente con una dieta de plásticos». Pese a las dificultades, «en las pruebas de laboratorio se ha demostrado que los microplásticos causan daños en las células humanas, incluidas las reacciones alérgicas y la muerte celular. Pero hasta ahora no ha habido estudios epidemiológicos que documenten, en un grupo grande de personas, una conexión entre la exposición a los microplásticos y los impactos en la salud».

Entre los resultados más sorprendentes de los diferentes estudios, destaca que que el análisis de muestras tomadas a 52 personas que fallecieron entre 2016 y 2024 revela que las concentraciones de partículas de micro y nanoplásticos son mayores en el cerebro que en el hígado o en los riñones, órganos relacionados con la depuración de los compuestos tóxicos del cuerpo humano. «La cantidad total de microplásticos hallados en el organismo, según los resultados que ahora se publican en Nature Medicine, ha aumentado en los ocho años de diferencia», concluye.