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Eras un niño cuando, a escondidas, leíste «And then there were none», la obra de Agatha Christie que tu madre había alquilado -¡alquilado sí!- en Casa Fiol, un establecimiento caótico en el que se vendían tebeos de segunda mano, se cambiaban o se alquilaban, al igual que novelas de misterio y del Oeste. La pobreza tenía esas cosas. Aguardabas a que ella se durmiera y le sustraías de la mesita los relatos de la británica. Con el tiempo supiste que ella siempre supo –valga la redundancia– lo que hacías.

La novela, más conocida con el título de «Diez Negritos», con el tiempo se convirtió en el texto más vendido después de «La Biblia» y «Don Quijote de la Mancha». La trama, en 1939, era revolucionaria: diez personas eran invitadas por un tal U.N.Owen a pasar un fin de semana en una isla en Devon. El anfitrión no aparecía. Durante la cena, una voz grabada acusaba a cada uno de los comensales de haber cometido un crimen perfecto que la justicia no había podido castigar. A partir de ahí, y siguiendo lo dicho en las rimas de una nana, los huéspedes iban siendo asesinados de uno en uno. Tras percatarse de que en el islote no había nadie más, los personajes comprendían que el criminal era uno de ellos...

La novela causó furor y se realizaron múltiples versiones cinematográficas. Decentes. Aunque todas incurrieron en un grave error: cambiar el desenlace (lo verdaderamente revolucionario de la novela) por un plácido «happy end». Hasta que llegó la BBC, que produjo en 2015 una miniserie espléndida sobre el texto de Christie, respetando el final y trascendiendo el argumento para convertirlo en una profundísima reflexión sobre la culpa… Pudiste verla hace escasos días. ¡Extraordinaria! ¡La BBC es mucha BBC! Y sentiste cierta envidia, al comparar la rigurosidad, en todo, de la televisión británica con la dependencia y mediocridad de los canales nacionales españoles, eternamente sumisos ante el poder. No en vano la British Broadcasting Corporation opera bajo un mandato real que garantiza, con éxito, su independencia frente a controles de tipo político o de otra índole. Chapeau!

Y ya puestos, pensaste que, metafóricamente, vosotros y tú mismo, deberíais convertiros en el asesino o la asesina de la obra, para ir eliminando, no a personas, pero sí actitudes que matan sibilinamente sin que sus responsables reciban, como en el texto de Christie, el peso de la ley…

Primer negrito: Acabar con las dos Españas…

Y, así, sucesivamente, con:

- El odio sentido y transmitido.

- El insulto que suple la argumentación.

- La imposibilidad de que dos personas, ideológicamente opuestas,    lleguen a puntos de encuentro.

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- La creciente «crimininalización» de la inmigración.

- El no cumplimiento de la palabra dada.

- La no atención preferente hacia los débiles.

- La mala educación, etc…

Aunque –temes– no serían diez los «negritos» a abatir, sino muchos más…

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P.S.- La serie puede verse en Youtube.