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Como todo el mundo sabe, la existencia se puede basar en el equilibrio entre dos conceptos básicos: el contenido y el continente. Todo lo que conocemos, lo que vemos, lo que sabemos gira en torno esa unión indispensable entre el fondo y la forma o lo que en lenguaje se llama significado y significante. Lo dicho y la manera de decirlo. Lo que hay y lo que lo contiene. Podríamos seguir con esta sencilla exposición poniendo más ejemplos, pero no hay para tanto: es muy fácil de entender. Lo del contenido y el continente es más viejo que Matusalén. Sin embargo, parece ser que está muy de actualidad. Puesto que nunca fue tan fácil hacerse inmensamente rico creando contenidos (lo de los continentes es lo de menos). Hoy los creadores de contenido lo petan. Da igual la tontería de contenido que se inventen –y mucho más en dónde lo muestran (el continente)–. No importa si el contenido es algo de interés o si es una auténtica chorrada.

Los creadores de contenido, además de necesarios, son personajes que disfrutan de un público entregado y un éxito sin precedentes. Bloggers, periodistas, fotógrafos, influencers, artistas varios, diseñadores, escritores… Todos son unos creadores de contenido como la copa de un pino. Y lo que dicen va a misa (supongo). Ahora me doy cuenta –me muero de la vergüenza– de que tal vez yo misma, puesto que me dedico a escribir todo el santo día, soy una creadora de contenido. Ahora bien, de lo más mediocre si me atengo a mis emolumentos y me comparo con los que acabo de citar. Se ve que mis contenidos no salen de este recuadro (el continente). ¿Me importa acaso? Pues no. No me inmuto lo más mínimo. Me encanta este recuadro, además. Los creadores de contenido deben entretener, informar y educar. Esto me lleva a pensar en el gran poeta lírico y satírico Horacio (65 a.C.), precursor en este arte, en tanto que promotor de la expresión ‘enseñar deleitando’ (prodesse et delectare). Dios mío, ¡Horacio un creador de contenido! Para que vean.