Se ha producido un pequeño escándalo al saberse que uno de los jefes de la polémica Desokupa –grupo al que se acusa de poco menos que fascismo– sería el encargado de proporcionar la formación en defensa personal a la Policía Nacional, con lo que un buen pellizco de dinero público iría al bolsillo de este tipo de personajes. Para empezar, uno pensaría que los policías se forman continuamente sin necesidad de salir del cuartel, ¿no? Para continuar, ¿es acaso Desokupa un centro homologado de formación? Para terminar, ¿tenemos que pagar con nuestros impuestos a gente de ese calibre?
El tema da para pensar e indignarse, pero aún va un poco más allá. Porque parece que uno de los profesores estrella del programa es un tiarrón brasileño de dos metros, campeón en mil cosas relacionadas con la lucha. Es decir, una bestia parda. A mí, como vasca y como mujer, lo que más me asombra del perfil de este individuo, Otavio de Paula, es que es ertzaina, se sacó la plaza sin siquiera vivir en el País Vasco y, por supuesto, sin saber ni jota de euskera, y seguramente atraído solo por el generoso sueldo que perciben esos agentes.
Pero es que, además, recientemente se ha acogido a la ley de Irene Montero para registrarse como mujer, de modo que se ducha y se cambia en el vestuario de las mujeres ertzainas, que lógicamente están que trinan. Ya sabemos que el mundo que conocíamos hace aguas y asistimos a su larguísima agonía, y que el nuevo mundo diseñado por los factótums de la realidad líquida –gaseosa ya– todavía no acaba de nacer. Por eso quienes nacimos en el siglo XX estamos algo desorientados mientras algunos listos nos adelantan por la derecha. En casos así de retorcidos, casi es mejor ver, oír y callar.