Antaño se decía que uno no elige a sus padres, por lo que no quedaba más remedio que apechugar con los que te habían tocado y, una vez convertido en adulto, decidir si seguir adelante con la relación familiar o recorrer el camino de la independencia. Ahora resulta que hay una nueva generación que le da la vuelta a la tortilla y protesta porque nacieron «sin su consentimiento», lo que nos lleva a la reflexión lógica de que uno tampoco elige a sus hijos. Sabemos que el mundo está patas arriba –aunque hace más de dos mil años griegos y romanos ya decían eso mismo– y que muchos valores tradicionales están siendo puestos en cuarentena.
Es lógico que cada generación intente crear una sociedad a su manera, más allá de aceptarlo todo sin rechistar. Pero a quienes hemos luchado con uñas y dientes por labrarnos una vida digna y sacar adelante a la familia nos deja alucinando la postura de algunos de estos jóvenes que pretenden vivir del cuento toda su vida, eludiendo toda responsabilidad. Incluso la de quitarse de en medio si nada les gusta. El breve vídeo de este muchacho se ha hecho viral porque a los 21 años rechaza que tenga la obligación de trabajar y cree tener derecho a que sus padres le mantengan porque, al final, él no decidió nacer y nadie le consultó la idea de traerle al mundo. En eso tiene razón. La inmensa mayoría de los padres deciden tener un hijo con la máxima ilusión, muchísimas expectativas y una total ignorancia de lo que les espera. Pasadas dos décadas de esfuerzo, sacrificio, paciencia infinita y algunos esquivos gestos de amor, puedes encontrarte con algo así. Quizá este solo pretenda llamar la atención en las redes, pero como ejemplo deja vislumbrar lo mal que lo hemos hecho.