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Una de las más hermosas definiciones de ‘progresismo’ la redactó tu admirado Delibes: «Para el progresista el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por los débiles (…) El ideario progresista estaba definido y resultaba atractivo. Lo procedente era procurar mejorar la calidad de vida para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante». Cuando transcribes las palabras del vallisoletano te incomoda una pregunta: ¿dónde está esa izquierda actualmente en tu país? ¿Tendrá un chaval acusado de un delito menor (cometido tal vez por extrema necesidad) la posibilidad de entrar en los juzgados de tapadillo, en un coche de alta gama? Si la respuesta es negativa y en absoluto baladí por significativa y sintomática, es que el actual Gobierno de socialista tiene poco. O nada. ¿Dónde está el PSOE que conocisteis? ¿Por qué ha dejado caer sus siglas? ¿Por qué ha permitido que estas se redujeran a un simple PS que no significa, en absoluto, «partido socialista»? ¿Por qué no reaccionan las bases?

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El PS, por tanto, anda más atareado en procurar la sostenibilidad de su Rey Sol presidencial que en ocuparse de otros menesteres que sí afectan a los desvalidos. Y si para ello el fiscal general del Estado ha de mudarse en la ‘Voz de su amo’ (¿se acuerdan de aquella marca de discos de vinilo?), pues que así sea. Y si el Tribunal Constitucional ha de dejar en el quicio de la puerta su imparcialidad blanqueando lo que el ‘puto amo’ les indique, pues… Avanti! Y si las leyes han de hacerse a la medida de algún personajillo exiliado, como se hacían otrora los trajes en las sastrerías del pasado, pues… «¡Hágase!», exclamación que recuerda poderosamente a un archiconocido «¡Exprópiese!». Y si se ha de atacar, de forma activa o pasiva, la libertad de prensa con una censura hábilmente maquillada por la ingeniería gubernamental (la más trolera de todas las habidas), pues… ¡Ataquémosla! No es que eso se encamine hacia una república bananera, es que ya hemos llegado a ella. Un amigo tuyo, médico progresista exiliado de su país por una dictadura disfrazada, te lo anunció de forma significativa: «¡Vuestro futuro es nuestro pasado!».

Y tan afanado está ese crepúsculo indecoroso en hacer lo que sea (la ética arrinconada, las esencias perdidas, la militancia aborregada) para mantener en el poder a su dueño, que no tiene ya espacio para hacer lo que tendría que hacer. Es decir: trabajar para el progreso de los débiles, de los que carecen de voz, de los desamparados. Y ahí está el último y tal vez más grave síntoma del cáncer que padece un gran partido que decidió un día tirar la toalla a cambio de beneficios estrictamente personales… ¡Qué triste! Y más cuando lo dicho es compartido por muchos socialistas que, sin embargo, optan generalmente por callar, salvo honrosas y conocidísimas excepciones… Y en esas estáis… En un campo abonado para que nadie se percate de lo que ocurre. Al fin y al cabo –bendito opio-    sois Campeones de Europa de fútbol y hay un chaval que juega espléndidamente al tenis…