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Aunque ya sabemos de sobra que nunca volveremos a estar en la isla tan bien como antes (como hace muchísimo), no nos deja de asombrar el razonamiento ultraderechista de que ni siquiera debemos pretenderlo. No podemos pretender ir a la playa en julio y agosto como antes, ha afirmado la portavoz de Vox en el Parlament. Quiero hacer hincapié en el verbo «pretender», porque es en él donde está el insulto a la población balear. No solo tenemos derecho a pretenderlo, sino que deberíamos hacerlo todos por ley. Yo es que con el lenguaje soy muy quisquillosa y es en lo único en lo que me permito a mí misma ciertos remilgos. Esta pretensión es fundamental. Sobre todo para los nostálgicos de aquellos tiempos en que ir a la playa no era un tormento. Ni a la playa ni a ninguna parte, porque quien dice playa dice la isla entera (obsérvese la metonimia de la parte por el todo).

Así que yo animaría a todo el mundo a pretender con fervor desmedido que las cosas fueran -como mínimo- como en el siglo pasado. El siglo pasado se ha convertido en un remanso de paz y felicidad en el que todavía se podía convivir con el turismo. Lo evocamos con gran añoranza cada vez que, tras intentar alcanzar algún objetivo paisajístico, damos media vuelta y volvemos a casa. O, simplemente, optamos ya por no salir. Pretendamos, pretendamos, le diría yo a la señora portavoz. Porque es lo único que nos queda. No contenta con esta afirmación, añadió otra casi peor: nada de mensajes apocalípticos por lo que respecta al turismo, porque de lo contrario los turistas se irán a otra parte y pasaremos hambre. Esto me ha hecho recordar a la emperatriz Sissi, que solía pasar sus vacaciones en Corfú y que, al ser invitada por su primo el Archiduque Luis Salvador a Mallorca, exclamó: es que si voy a Mallorca ya no me gustará Corfú. Claro que ya nos remontamos a los tiempos de la isla de la Calma. Y no voy a pretender caer en odiosas comparaciones.