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En homenaje al inolvidable F. Ibáñez…

En la barriada no daban crédito a lo sucedido. ¿Cómo era posible que aquel bello edificio de pisos construido en 1978 por siete estadistas se hubiera mudado en una especie de manicomio al que los transeúntes habían dado en denominar -en claro homenaje al humorista Ibáñez- ‘13 Rue Nacional del Percebe Presidencial’? La respuesta era sencilla: el responsable de ese despropósito era un solo hombre: Pedrito Mortadelo S., alguien que, sin haber sido elegido jamás por los ocupantes de los susodichos pisos, había llegado, sin embargo, a la Presidencia de la Comunidad. Pedrito Mortadelo S. era, sin duda, un maestro del disfraz, tras largo aprendizaje iniciado con urna repleta de papeletas con su nombre oculta tras unas cortinas de la T.I.A.P.S.O.E en periodo electoral interno… Y es que el tío era el «puto mago» del bloque: una promesa al del 1º B, un regalito al del 3ºA, una carantoña al del 4ºD y un fingido llanto de cinco días a la totalidad de los moradores de aquel bloque que amenazaba desplome.

Pedro Mortadelín S. vivía en el ático -of course!- y contaba, eso sí, con amiguetes que, como doña María Jesú Ofelia Montería, se desvivían por su cuerpo serrano. De hecho, Pedrito Mortadelo la había hecho vicepresidenta de la Rue 13, probablemente por lo bien que se expresaba en castellano. Había otros ayudantes, chapuceros intercambiables, que ejercían, no obstante, profesión sin conocimiento, pero sí con emolumento/s y disciplina... Sus Pepe Gotera y Otilio, en definitiva. Formaban una especie de equipo de gobierno denominado ‘La familia trapisonda’... ¿Su misión? Adular al Pedro Mortadelo S. del ático, procurando que no lo apearan de él. De ello dependía, a la postre, su fama, silla y nómina/s. Como de él dependió, tiempo ha, y en la gestión de la covid, un conjunto de profesores Bacterio al que se dio en llamar grupo de expertos, hasta que, finalmente, se averiguó que de profesor Bacterio solo había uno y que el pobre no se enteraba muy bien de la película…

Algunos de los vecinos del ‘13 Rue Percebe Presidencial’ tenían/tienen/tendrán algo de corderos o de cegatos, algo de Rompetechos, porque, a pesar de que el edificio se deterioraba por momentos -incluso su propia ideología-, se dejaban embelesar, a sabiendas o no, por el guapetón de las alturas... No faltaban, tan siquiera, los que actuaban de botones Sacarino, los que, con nocturnidad, alevosía y opacidad, se reunían con un misterioso inquilino que se había autoexiliado heroicamente al sótano por haber querido independizar sin éxito la primera planta de las otras 16 del bloque, más dos entresuelos africanos. Curiosamente, don Pedrito Mortadelo S. tenía un miedo patológico al susodicho personaje, un tal Carlos Puig de Monte, un valiente de pro a la hora de defender esa secesión «plantar» y esa querencia por los primeros pisos a independizar... El por qué constituía auténtico misterio...

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El Superintendente de la T.I.A. -¡tan molesto siempre para el «Presi» de la comunidad vecinal, ya que le daba o bien por investigar o bien por publicar lo oculto!- había encargado el caso a un tal Filemón (¡un facha, seguro!) que había averiguado esa verdad que, luego, Mortadelín se encargaría de mudar en bulo... A saber: situados en el citado sótano, los cimientos del edificio constaban de siete pilares que Carles Puig de Monte, desde su exilio, podía socavar en cualquier momento con pico y pala. Por eso, cuando Pedrito Mortadelo oía el ruido de ese pico y pala se apresuraba a entrevistarse con el exiliado con extrema opacidad…

- ¡No me jodas, tío! –le rogaba-. Dime lo que quieres que te lo doy... Lo que sea... Pero no me expulses del ático, no me hundas el chiringuito, porque estoy ya cerca de ser Dios... Del ático al cielo, Carles, del ático al cielo...

Y Carles, crecido y satisfecho, le solía contestar:

- Pues vale, tío. Pero mándame al botones Sacarino para que lo pongamos por escrito. Pero recuerda que sigo y seguiré teniendo el pico y la pala...

Cuentan, igualmente, que, cuando esos encuentros se producían, un tal Salvador Isla, inquilino, aguardaba en conserjería, temblando...