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Las urnas dieron la razón a las tesis y estrategia de Pedro Sánchez en Catalunya, el candidato del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), Salvador Illa, obtuvo una notable victoria en las pasadas elecciones autonómicas. Además, lo hizo imponiéndose a las opciones independentistas de Junts y Esquerra Republicana (lo de Aliança Catalana es, de momento, irrelevante), cuyos líderes, Carles Puigdemont y Pere Aragonés, respectivamente, no tienen opciones directas a presidir la Generalitat. Sin embargo, no hay nada claro todavía. Desde Francia, Puchi está dispuesto a dar la batalla hasta el último momento para regresar al palacio de la Plaça de Sant Jaume, dato que confirma que es un alumno aventajado de la escuela sanchista, entre cuyas máximas está la de «hacer de la necesidad virtud». Ojito.

Mucho han de torcerse las cosas para que Illa no sea investido president de Catalunya, pero lo que está muy en el aire es en qué condiciones podrá desempeñar el cargo. Las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio serán determinantes para saber si el triunfo socialista en Catalunya es de ámbito local o, por el contrario, consolida una recuperación de Sánchez. El mesianismo con el que alimenta a su tropa de seguidores cala con fuerza en determinados sectores de la sociedad, una magia que –al menos en apariencia– no logra desenmascarar la actual dirección estatal del Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo al frente. Y eso que los conservadores han conseguido volver al tablero político catalán, que no es poco, gracias a la definitiva laminación de Ciutadans. Un detalle: no se ha arrancado ni un solo diputado a Vox.

Los estrategas del Gobierno y del PSOE están instalando un relato falaz en el que son las únicas víctimas de críticas infundadas, como si la suya fuese una inmolación permanente. De momento, a la vista está, la fórmula funciona a pesar de que ello significa dar por buena la mentira constante como método de hacer política.