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El lunes pasado, día 29, a las 11h compareció el Sr. Sánchez para informarnos que había decidido quedarse, después de meditar 5 días en clausura monclodita, que no monacal.

Lo hizo en las escalinatas del Palacio. Lo hizo al más puro estilo de un autócrata, enamorado de sí mismo –y de su mujer según nos cuenta en la misiva dirigida a todos los españoles–, y haciendo uso del método que en su día utilizó Hamlet. El monólogo. En el caso de Sánchez, no fue el monólogo de meditación de un criminal; fue el monólogo del «aspirante a dictador», que abiertamente nos advierte que empieza una nueva etapa consistente en liquidar cualquier veleidad de disidencia con el discurso oficial, señalando como principales objetivos: la prensa libre y no pesebristas; jueves y fiscales libres e independientes; y la oposición, representada por Vox y el PP, a la que ya ha estigmatizado como derecha radical y ultra-derecha. Es lo que en el nuevo vocabulario progresista llaman «fachosfera».

Así las cosas, ha quedado meridianamente claro que Pedro Sánchez ha decidido lo único que podía decidir un impostor profesional de la política, continuar amenazando con más división y más confrontación, acompañado de una persecución a partidos de la oposición, judicatura y prensa libre.

Para quien no lo sabía, Pedro Sánchez ha desempolvado el manual del nuevo aspirante a «caudillo» y, amparado por su capricho personal, en un ejercicio de indecente impunidad, amenaza el pueblo español en aplicar la política de persecución institucionalizada para todo aquel que critica su política; y más aun si se atreve denunciar las «supuestas prácticas» de nepotismo, en el entorno de su familia, en relación al «tráfico de influencias» utilizado por su mujer Begoña Gómez, en beneficio propio y de terceros que luego le pagan con viajes, cátedras, cursos hechos a su medida.

María Jesús Montero | Libre Mercado

Estamos frente a un personaje enfermo de poder, que no asume que en democracia los contrapesos son la columna vertebral para el éxito de la misma y que no admite secuestro alguno de los contrapoderes que la hacen viable y creíble.

Por otra parte, Sánchez se nos ha revelado como un auténtico manipulador de la realidad. Pero ojo, ello ha sido posible, y sigue siendo posible en parte, a ciertos complejos de la oposición y a cierta abdicación de funciones de la prensa que necesitan ser subvencionados para subsistir.

Que nadie olvide, y más después de su monólogo de la semana pasada, que estamos frente a un personaje herido en su perverso adanismo; herido en su ilimitado orgullo; y herido en su «reputada dignidad». No es de extrañar pues que actúe sin escrúpulos para defenderse de quien ose criticarle. Para ello cuenta con la cobardía de muchos de sus compañeros de partido cuyos cargos y sueldos dependen de él.

Para terminar el comentario de esta semana les daré varias muestras del «fango» generado por miembros del «sanchismo». Veamos:

La Sra. vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, dice en sede parlamentaria: «A mí me parece que en política no todo vale y hay determinados ámbitos, determinadas cuestiones que deberíamos preservar y deberíamos dejar fuera del rifi y rafe de la política por el bien de todos y todas».

Estoy de acuerdo. Pero mira por donde unos días después, también en sede parlamentaria, la Sra. vicepresidenta Montero señala con su dedo inquisidor a Feijóo y le espeta. Hago transcripción literal: «Sr. Feijóo: estaría bien que aprovechara alguna de sus intervenciones para explicar. ¿Es verdad que la mujer del Sr. Feijóo fue contratada por una empresa que recibió una ayuda de la Xunta de Galicia?...». Aplausos…. Pedro Sánchez, desde su escaño de Presidente lo amenaza con un ostentoso lenguaje corporal; en el que uno puede leer, en el movimiento de sus labios, «Hay más»… «Sí, Sí»… «Aún hay más».

La pregunta es clara ¿Quién genera fango Sr. presidente y Sra. vicepresidenta? Aún se está a la espera de que ambos pidan perdón. No lo harán. Ambos a dos y todo su equipo se han convertido en auténticos maestros generadores de «fango», que una vez fabricado lo echan a la cara de la oposición, sea esta política o mediática.

Otro de los grandes generadores de «fango» es el triministro Bolaños, que en sede parlamentaria señala al Partido Popular diciéndole: «Ustedes leen cualquier cosa en cualquier medio, en cualquier digital y vienen a una cámara democrática como es el Senado y lo muestran como prueba evidente; ¿de qué? De la nada».

En un primer momento pensé que se refería a la Sra. Montero, su compañera de banco azul. Pues no. Se refería a las noticias que salen del posible tráfico de influencias de la señora del presidente del Gobierno, Begoña Gómez. Pues bien, el que no muestra ninguna prueba evidente de las acusaciones a Núñez Feijóo y a Ayuso, entre otros, es el Sr. Bolaños.

Por si faltaba alguien en la generación de «fango», ahí tenemos a Patxi López, él «desagradecido». Refriéndose a los periodistas, afirma y pregunta Patxi: «¿Dónde están las pruebas de las cosas que alguno de vosotros decís? ¿Dónde está el contraste con la realidad? Todo basado en mentiras falsas». Se refiere al presunto tráfico de influencias de la Sra. Begoña. Más adelante añade: «Ya está bien de dudar de la honorabilidad de personas que nada tienen que ver con este asunto».

Lo que se calló el Sr. Patxi, es que hay prueba evidente y documental de las reuniones de la señora del presidente con empresas, e incluso cartas, que con su firma, recomendaba a empresas que luego tuvieron la correspondiente ayuda del Gobierno presidido por su marido.

Termina el Sr. Patxi ordenando a los periodistas lo siguiente: «Hablar de lo que aparece en los sumarios». Frente a esta orden, el reputado periodista Carlos Alsina, de Onda Cero, pregunta: «¿En qué sumario aparece la mujer del Sr. Núñez Feijóo?» ¿Eso en qué sumario sale?, Patxi.

En fin, podríamos continuar, pero sería interminable. Lo que sí está claro es que el actual gobierno se ha especializado en generar «fango», para después lanzarlo a la oposición y utilizarlo, para levantar el muro de división entre españoles, tal como anunció el presidente Sánchez en su discurso de investidura. ¡Pedro Sánchez se ha quitado la careta!