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Siempre es agradable volver… a un lugar… a la gente que ayer nos arropó. A tantas cosas, a tantos recuerdos… a escribir, a mostrar mi alma, ¿tal vez para que el lector me juzgue? No lo sé, es difícil saber ¿por qué hacemos las cosas, por qué volvemos? Yo nunca he sido muy calculadora, me suelo mover por impulsos; y a veces no salen las cosas bien; luego pienso: ¿Por qué no le habré dado un par de vueltas más a esta decisión? Pero ya es tarde «La suerte está echada» no siempre se puede volver atrás. Y a lo hecho pecho; hay que salir adelante con nuestros    errores y nuestros aciertos, que también los tenemos.

A veces tardas años en darte cuenta de que aquella decisión no fue tan mala, porque los beneficios colaterales tardan un tiempo en demostrarte  lo bien que salió pese a tus recelos. A veces nos obsesionamos con algo y luchamos por conseguirlo, pero no sale bien por algún motivo; luego nos toca «plegar veles» y volver a lo real, a disfrutar de lo que sí tenemos; unas nueva amistades    que ya no deben salir de nuestras vidas, eso es muy importante para mí, junto a mi familia forman un tesoro que no tiene precio.

Todos tenemos lugares a los que nos gustaría volver. De vez en cuando paso por el camino de Llucmaçanas, y me paro un rato ante la casa que albergó mi infancia; quisiera entrar pero vive otra gente, me entristece ver lo abandonados que están sus patios y pequeño jardín, la de veces que a mí me toco barrerlos…Ya no queda nada de los árboles frutales que teníamos en el pequeño huerto junto al camino. No creo que el cerezo que estaba en otra zona siga dando esas cerezas increíbles, como nunca las he vuelto a comer. La de empachos que cogí subida a sus ramas, medio escondida para que no me encontraran.

Tan solo los buenos recuerdos deberían quedarse en nuestro ser; los malos ¿para qué? Mejor olvidarlos; y 76 años dan para mucho. ¡Hay tantas cosas y personas que recordar! No sé    cuánto    futuro me queda; el presente es breve; pero sí me queda    un largo pasado, lleno de bellos recuerdos.