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Pues no es fácil de creer pero les aseguro que es cierto. En las fechas en que estamos rodeados de fastos navideños, hay cosas que se ponen muy caras. Pero fíjense, las cosas caras    a veces basan su propaganda para atraer a determinados compradores precisamente en su elevadísimo precio. A años luz queda la pobre ama de casa que tiene más gastos que ingresos para enfrentarse a la desigual lucha de administrar su casa, no, yo me refiero en esta ocasión, porque es la más propicia del año, a esos otros seres humanos que no saben muy bien qué cosa hacer con el dinero que les sobra; esos agraciados de la vida que antes de morirse ya viven en el cielo. La oferta en estas fechas puede ser escandalosa, obscena diría yo, como si esa casta privilegiada aglutinase a unos afortunados que viven separados del resto de los demás mortales. No sé qué clase de fe les cobija pensando en que van a ir al cielo cuando la «rosquen» si lo que mayormente pueden sentir es dejar el cielo en el que ya viven y no ese otro cielo en el que confiamos el resto de los que no nos sobra nada.

Déjenme que a modo de simples comentarios les deje algunos precios de objetos pensados para los que aquí en la tierra viven como si lo estuvieran haciendo en el mismo barrio que San Pedro, San Cosme o San Damián. ¿Ustedes creen que es normal que un bolsito más pequeño que otro tanto, lo justo para un pintalabios, las llaves del coche y la de casa, un moquero y poco más, quien lo quiera tiene que soltar 6.000 euros (un millón de pesetas)? Y fíjense en esta otra monstruosidad: en Ginebra se acaba de realizar una subasta para gente a los que les sobra el dinero. Pues nada, que se subastó un Rolex Daytona que en vida fue de Paul Newman por 17 millones de dólares. No era el único reloj caro de la subasta, los había tan caros o más que ese de los 17 millones, que tampoco sé yo si con ese precio esos relojes dan las 10 de la noche a las 5 de la tarde o funcionan como el que puede llevar mi amigo l’amo cuando va a ordeñar sus vacas. En la misma subasta salió un Rolex Cosmograf de oro que perteneció al sultanato de Omán por 571.500 francos suizos o un Vacheron vecino de esos precios de escándalo.

Vayamos a las cosas de comer, que estas son fechas donde se come sin hambre y se bebe sin sed. Una ofensa de lesa humanidad para esas otras familias donde la Navidad no les soluciona esa perentoria necesidad que acontece cuando se acaba antes la comida que el hambre.

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En Ribadesella, patria de la reina Doña Letizia, en su lonja frente a la ría donde de tarde en vez he mercado alguna centolla (cabra), se vendió el otro día un kilo de angulas a 8.135 euros, una «ñoñería» de nada. Para el curioso lector, añadiré que en un kilo entran unos 3.500 ejemplares y que en España es el único país donde se pesca la cría de la anguila. Su condimento ya no puede ser más austero: aceite, un pelín de sal, un diente de ajo cortado en juliana y una guindilla de las picantonas servido en una cazuelita de barro.

Si es usted de los que gustan en darse un homenaje con un queso, ahí tienen el Pule que elaboran en una granja de Serbia. Ya les quiero advertir que barato no es. Se ha llegado a pagar un millón de pesetas el kilo. Está elaborado con leche de burra. Aunque mucho más caro les puede salir un mordisquito del Cabrales que se quedó en la subasta el último domingo de agosto, el Llagar de Colloto en Oviedo. Un cantoncito de Cabrales ganador del certamen de este año alcanzó los 30.000 euros, o lo que es lo mismo, 5 millones de pesetas. ¿Y de los vinos qué me cuenta? Le cuento, le cuento. Mire usted, hay vinos muy decentes por menos de 20 euros; si me apura, incluso por 9 euros. Pero para los que pagan 17 millones de dólares por un reloj, o 5 millones de pesetas por menos de un kilo de Cabrales, saben que existen algunas marcas en el mundo que cumplen con su desatado despilfarro. Fíjense, un vino Petrus por ejemplo, como el que fue subastado por la casa Christies por casi un millón de dólares, cuando un Petrus Pomerol normal cuesta 4.900 euros.    Nada que ver con un Romanée-conti, que se ha estado vendiendo a 17.300 euros; ahora ha bajado un poquito, puede ya conseguirlo por 16.430 euros.

En fin, como ustedes verán, hay bolsillos que desconocen lo que significa vivir con menos de 1.000 euros mensuales.

Por cierto, el queso más caro del mundo es español, nada más y nada menos que 30.000 euros por menos de un kilo.