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Tenemos gobierno nuevo. Por cierto, ese delicado ejercicio de nombrar ministros, para el caso nada menos que 22, lo veo un ejercicio complicado. Supongo que el presidente lo hará reunido con sus asesores. No me imagino a un presidente «pariendo ministros» como si estos fueran pelos de cochino que pueden cogerse a puñados. Ignoro qué baremos se manejan para elegir a un nuevo ejecutivo. No debe ser fácil elegir a 22 ministros; creo que es más sencillo ponernos de acuerdo en si la tortilla de patatas ha de llevar o no cebolla, solo es un sí o un no y llevamos siglos sin ponernos de acuerdo.

Eso de ser ministro creo que es un oficio al que nadie se presenta. «Mira presidente, a mí me interesa mucho que me hagas ministro o ministra», según se tercie. ¡No! Yo creo que es algo que el presidente va componiendo según ve qué «nubes» son las que asoman por un horizonte siempre complejo y ahora, más que complejo complejísimo y amenazador con mucho colmillo afilado para dar la dentellada a la primera de cambio. Creo que fue el señor Rufián desde la tribuna de oradores del Parlamento en la sesión de investidura del señor Sánchez quien dijo: «la derecha tiene muy mal perder». Y si solo fuera eso… pero es que afuera del Parlamento hay «jarrones chinos» arrimando leña a la «candela». Por si todos los insultos, todas las descalificaciones, todas las fobias fueran poca cosa como les ha pasado a Irene Montero y Ione Belarra durante el acto de traspaso de carteras que dijeron: «Pedro Sánchez nos echa de este gobierno». A mí no me extraña que las eche, lo que me extraña es que las haya aguantado tanto tiempo, más le valiera a las dos tomar nota de lo que dijo la ex ministra Pilar Llop: «en los sitios hay que saber estar pero sobre todo hay que saber irse». Y la señora Montero y la señora Belarra ni supieron estar ni han sabido irse. ¿Qué esperaba Irene Montero tras su turbulenta gestión?

Me imagino que estrenarse como miembro del ejecutivo debe ser emocionante a la vez que preocupante. El ministro o ministra entrante sabe que va a ocupar la plaza que deja otro ministro o ministra y eso no suele suceder como premio al trabajo cumplido, más bien todo lo contrario. Y es duro, claro, decirle adiós a la cartera ministerial que con tanta ilusión se recibió. Es más que probable que el presidente del gobierno y parte del ejecutivo que repite legislatura estuvieran deseando perder de vista a los que han mandado directamente a su casa; quizá por creerse que ser ministro/a consiste en modificar normas, costumbres y leyes como quien le da la vuelta a un calcetín. Y esa es la peor forma de ejercer el trabajo que tienen a su cargo porque por culpa de uno de esos errores, toda una legislatura se vuelve abrupta, antipática, de un mal gobernar.

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Como pasa cuando el eje de una rueda roza, que todo el carro se resiente. Y aun es peor si el carretero anda con la cabeza en intereses propios que sin querer ha podido dejar el carro engalgado, cosa que mayormente consiste en apretar la galga contra el cubo de la rueda para que no gire. Ustedes pensarán que es menester estar más pallá que pacá para hacer eso; pues yo lo viví un día que acompañé a un carretero a una «marina» a por leña para surtir de combustible a un horno de pan. Mi amigo l’amo me contó que de «más verde las han segado».

Por cierto, algunos ministros no duran ni una legislatura, depende mucho del ministerio. Sin embargo, algunos parecen que han nacido para ejercer ese oficio. Seis ministros permanecen desde el primer ejecutivo de Sánchez en 2018. Debe de ser que entienden bien esa labor.
2 A la legislatura que ahora comienza no le va a faltar ningún improperio y si alguno falta ya se inventará. Fíjense que hasta 50 militares retirados le piden al ejército que destituya a Sánchez. ¡Pero almas de cántaro! ¿Desde cuándo el ejército tiene la potestad de sustituir presidentes del gobierno? A no ser que sea por una asonada. Las soflamas golpistas que ustedes lanzan deberían por quien corresponda hacérselas mirar porque forman parte de comportamientos compulsivos que otrora suponían despotismo y vilipendio a costa de una ciudadanía que sufría en sus carnes vuestros privilegios exclusivos que os daba la dictadura.

En fin, estaremos atentos al «carear» del nuevo gobierno que con buen criterio ha dejado sabia con oficio para encauzar nuevos ímpetus más por la fuerza del querer que del saber y eso normalmente suele salir mal si no hay quien enderece por buen camino las promesas por cumplir.