El Día Mundial de la Salud Mental participé como ponente en una necesaria jornada organizada por el Hospital Son Llàtzer. Tras hablar de la responsabilidad de los medios en el tratamiento del suicidio compartí mesa redonda con un psicólogo de Proyecto Hombre, que alertó del consumo de pornografía y adicción al sexo en edades cada vez más tempranas, lo que ha obligado a esta ONG a ampliar sus terapias. Es la nueva droga, junto al juego en sus múltiples formas (sobre todo videojuegos y apuestas), alentada por la tecnología y plataformas digitales que mueven mucho dinero.
Todos somos presa de su codicia. Anhelan traspasar los target tradicionales y buscar nuevos adeptos para crear nuevos adictos. De hecho, según la Agencia Española de Protección de Datos, el primer acceso a contenidos pornográficos se ha desplazado a la etapa infantil, situando la edad media en los 8 años. El 50% de los niños de 11 a 13 años, el 65% de adolescentes de 14 a 15 años y el 78% de 16 a 17 años se habían expuesto a porno en 2020, con el 85% de los padres incrédulos. El 30% accede a la pornografía de forma accidental, que adopta contenidos gratuitos, fáciles de localizar y de acceso libre.
Hace años el porno se limitaba a cuatro fotos inocentes en Interviú. Después llegaron los videoclubs y Canal Plus, que podía ver el que pagaba y el que no intuir la fiesta en pantalla codificada. Ahora el porno es libre y la sexualización muy alta en redes sociales, especialmente de niñas. No se trata de ser retrógrados, pero los riesgos del consumo de pornografía son nefastos. Se ha demostrado científicamente que la gratificación y niveles de dopamina que produce la pornografía activa el cerebro como en las adicciones al alcohol y otras drogas. Y lo más preocupante, nos avisan los expertos, es el nivel de violencia explícita. Crecen las prácticas extremas y extrañas en las que siempre hay una actitud agresiva y vejatoria hacia la mujer. Los niños consumen contenidos inapropiados y peligrosos que normalizan como prácticas habituales que pueden trasladar a sus relaciones personales.
Hay más. Los expertos vinculan violaciones con consumo de pornografía. En España hay una media de dos agresiones sexuales por día. Y las cometidas por menores han incrementado un 116% en los últimos cinco años, según la Fiscalía General del Estado.
Se une la adicción al porno con la adicción en sí al uso de la tecnología. Los daños psicológicos y físicos ya han quedado claros. Urge el control de los dispositivos, ya no sólo por parte de familias y educadores; las autoridades deben intervenir, sin que nadie lo entienda como una suerte de censura.