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A Joan Mercadal Lluch, con gratitud...

Dicen que un periódico no es sino el espejo del mundo en el que se vive. Y que, consecuentemente, la imagen que de él emana no es agradable: odios atávicos, desigual distribución de la riqueza, enfrentamientos bélicos, etc. De ahí que la carta de un lector publicada en «Es Diari» el pasado miércoles día 23 titulada «M’heu donat eines per valorar més la meva vida» (un título prometedor), y firmada por Joan Mercadal Lluch, fuera para ti un verdadero soplo de aire fresco, una auténtica lección de ética, un alivio... ¡Léanla! Se harán un favor... A ti te lo hizo.

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En el primer párrafo, el autor, y con una ironía que impregna de buen humor las primeras líneas, confiesa, sin ambages, que es un preso que habita en el que él llama eufemísticamente «hotel de Sant Lluís». Reconocer este hecho es, ya de por sí, un nada fácil acto de valentía. Chapeau! El texto no tiene desperdicio. Joan prosigue: «He tingut i tenc molt de temps (…) per pensar i reflexionar molts aspectes de la vida». Esta afirmación te interpeló. ¿Cuánto tiempo dedicabas tú a reflexionar sobre ti mismo? Un «tú» que puede ser perfectamente un «vosotros». Cuidáis el cuerpo, pero no la ética. ¿Existen gimnasios para ejercitar el alma? ¿Sé/sabéis hacia dónde vais? ¿Detectáis los errores cometidos para enmendarlos? ¿Seríais capaces de enfrentaros a vuestro particular retrato de Dorian Gray? Y es que, como dijo no recuerdas quien, las cosas importantes jamás son cosas… Subyace –por lo menos esta es tu opinión– en las palabras del autor un profundo proceso de análisis personal mudado feliz y finalmente en luminosa clarividencia... El escritor añade igualmente que contó con personas que le habían enseñado y a las que estaba agradecido. En un hoy en el que habéis renunciado a la utopía («¡no hay nada qué hacer!»), evidenciar públicamente el bien silencioso y callado de tantos que convierten la vida en algo mínimamente soportable, no es algo baladí. Es el concepto –al que has aludido tantas veces– de la intrahistoria que acuñó Unamuno. Porque, ¡aceptadlo!, no os salvarán ni los políticos, ni los ejércitos, ni los que controlan el «chiringuito»... Tan solo vosotros mismos, sumando acciones y generosidades… Por otra parte, esa acción de «agradecer» se «agradece» (valga el juego de palabras) en una sociedad en la que cualquier cosa os ha de ser obligatoriamente dada aun sin merecerla.

La carta sigue. Su autor os confiesa el reconocimiento íntimo, final, de un mundo que, en sus mismas palabras, no quería ver por incómodo. Una realidad que «tenim ben a prop». Se refiere a las personas con diversidad funcional… Esas a las que Mercadal ha aportado su pequeño ‘gran’ grano de arena: «he conegut a moltes persones amb diferents necessitats (...) el que m’ha fet pensar sobre el valor de les persones i de la vida que tenc, tant en el meu voltant com dins jo». Un viaje interior. Y, por si no bastara con lo anterior, el autor aborda también el tema de la gratuidad, ese dar sin esperar nada a cambio, por pura humanidad... ¡En un mundo regido por el capitalismo y los intereses económicos! Sin esperar, sí. A no ser un pago en forma de sonrisa.
Aunque faltaba todavía la guinda del pastel: «Hem d’estimar més la vida i la salut i valorar tot el que tinguem, encara que sigui poc. I compartir, quina paraula més polida» ¡Compartir!
Has leído pocas cartas en las que se dijera tanto en tan reducido espacio. Un tratado moral sentido. Unas líneas que te han hecho recapacitar y que, por tanto, te han mejorado. Y ya en un «tú a tú», gracias, Joan, por tu coraje, por recordarnos que, de tarde en tarde (como los senderistas en las grandes caminatas) hay que detenerse para cavilar, para contemplar, para aportar lo que se pueda, para cambiar y descubrir, boquiabiertos, que quizá la vida interior sea la más importante, la que, de una puñetera vez, acaso, os pueda rescatar, algún día, de este jodido mundo del desamor en el que vivís…