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Si estás leyendo noticias económicas, las declaraciones de algún político o análisis sociológicos, y de pronto empiezan a parecer muchos subjuntivos, verbos condicionales y vaguedades en general, enseguida te das cuenta de que alguien no sabe exactamente lo que está diciendo, por más énfasis que ponga. Esto se nota también, muy especialmente, en los textos de divulgación científica, donde mientras los verbos está en presente o pretérito imperfecto, vas tan contento y entendiendo las cosas, hasta que en un punto dado, más o menos hacia la mitad de la exposición, comienzan a brotar los condicionales (podría, habría, sería, significaría), y las expresiones «si hubiera…», «si esto se confirmase…», «si considerásemos tal o cual...», «se podría inferir que…», etcétera. Y ahí ya empezamos a entender menos. Todo se lía y se descompone. Los tiempos del verbo lo son todo, no solo el pasado y el futuro, y en ellos reside la realidad. Y la irrealidad. El subjuntivo es un tiempo maravilloso, que como únicamente existe en la mente humana, resulta imprescindible en literatura y filosofía, a las que dotan de ambigüedad y complejidad, pero no tanto en política, periodismo o ciencia. Estas disciplinas, así como la economía, admiten algunos subjuntivos para salir del paso, pero no tantos, por favor. Ahora mismo, y desde hace meses, vivimos bajo el imperio totalitario de los subjuntivos, y no salimos de ese resbaloso tiempo verbal.

«Si la gente no hubiese votado lo que votó…». «Si no hubiera acuerdos estaríamos abocados a nuevas elecciones». «Que haya Gobierno depende de un fugitivo de la justicia, que a su vez es como una irritante oración condicional». «Si todo acaba bien y no hay que repetir elecciones, podría ser mucho peor, por la algarabía que algunos montarían». Y así todos los días, subjuntivo va subjuntivo viene, demasiados subjuntivos. Y mira que yo estoy enamorado de ese tiempo verbal desde niño. Pero no tantos y en todas partes. Parece que vivimos una época subjuntiva, y no sólo en España. En el mundo. Ni un presente de indicativo durante meses, ni un pretérito perfecto. ¡Ni un futuro! La realidad es definitivamente subjuntiva. Habría que acostumbrarse.