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Cuando usted lea estas líneas -si tiene la amabilidad de hacerlo- quedarán apenas cuatro días para la jornada de reflexión y cinco para la del domingo 23, en la que todos seremos llamados a las urnas. Unas líneas que -visto lo visto- son una modesta invitación a la reflexión, a la razón y a la moderación. Una invitación dirigida, principalmente, a los políticos, pero no solo a ellos, sino igualmente a los votantes, a los que navegan en las redes sociales con el teclado de la visceralidad y a los fanáticos y sembradores de miedos y amenazas que, desde la falacia y el tópico, intentan asustar o atemorizar a ancianos, a personas débiles o a aquellos hombres y mujeres de buena fe que aceptan, sin cuestionárselos, mesiánicos mensajes apocalípticos más propios de adivinos que de personas cultas capaces de argumentar, sopesar y amar.

Un buen comienzo podría ser el de que los futuros candidatos se dieran cuenta de su finitud, de lo efímero de su poder y de su dinero. De que, a lo sumo –y con suerte- serán capaces de dejar un buen recuerdo. Otros, impenitentes, tal vez desearán pasar a la historia, un «paso» que ellos no podrán, sin embargo, observar, como el hijo de puta que mata a sus hijos y luego se suicida con el fin de infligir un dolor extremo a una mujer y madre. Ese cabrón debería asumir, primero, que él no podrá asistir a ese dolor inmenso que piensa provocar. Políticos que en los días últimos de campaña, y tras los resultados (sean cuales sean), habrían de reflexionar sobre lo dicho por el astrónomo Carl Sagan cuando comentó una fotografía de la Tierra, una mera mota de polvo en la inmensidad del Universo. Una buena lección de modestia, de humildad y de conversión para los egocéntricos y a la que ya aludiste un día. A saber: «Un punto azul pálido» es una fotografía de la Tierra tomada por la sonda espacial Voyager 1 desde una distancia de 6.000 millones de kilómetros. La imagen muestra la Tierra como una mota o un minúsculo punto de luz casi imperceptible». Al respecto, escribió el astrónomo Sagan:

«La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica.

Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores para que (…) pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo es desafiada por este punto de luz pálida (...)

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Se ha dicho que la astronomía es una formadora de humildad y carácter. Quizás no hay mejor demostración de la soberbia humana que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente los unos a los otros y de preservar y apreciar el pálido punto azul, el único hogar que hemos conocido…»

Situénse los actuales políticos dentro de un par de décadas y pregúntense, exactamente, lo mismo: ¿Qué se habrá hecho de mí?

Esa terapia probablemente les induciría a enterrar sus intereses y, desde un consenso razonable, luchar por lo que hoy dicen luchar: el bien de a quien sirven y de quien –¡no lo olviden!- son servidores.

Y en la espera de esos cien días que, ¡ay!, no pudieron ser, no se apuren. Ni Hitler, ni Lenin, ni Mussolini, ni Stalin, ni los nazis, ni los que construían campos de concentración o gulags aparecerán por las calles que ustedes transitan…

Aprovechen. Lean los programas electorales. Dejen los prejuicios, el odio, los resentimientos, las profecías y háganlo desde la objetividad y la serenidad. Y luego acudan a votar, a quien les plazca, a ejercer un derecho del que, desgraciadamente, se les privó durante décadas. Finalmente, respeten el resultado y, modesta e individualmente, luchen de manera civilizadamente ininterrumpida y desde el respeto hacia el otro, por un punto azul mejor…