A nivel noticiero el punto de partida de este nuevo mandato surgido de las elecciones municipales, insulares y autonómicas está siendo una auténtica mina. Es de agradecer que así sea en una época en la que la tensión informativa decae porque comienzan las vacaciones y todo queda para «després de les festes».
El resurgimiento del bipartidismo, una vez diluida la efervescencia de Ciudadanos y Podemos, se está viendo alterado por acontecimientos que dejan a populares y socialistas en una posición nada convincente.
El desplome de la izquierda en la Isla se ha coronado con el fracaso en las negociaciones para mantener las alcaldías de Ciutadella y Es Mercadal, o en la colaboración de PSOE y Ara Maó. ¿Dónde quedan aquellos mensajes de la noche electoral que aventuraban la continuidad de los gobiernos progresistas a partir de pactos naturales según ideologías próximas? Era lo que necesitaba Menorca, más allá de los cargos y las personas, proclamaban los alcaldables en esos municipios. Las sillas no iban a ser nunca el problema.
Tampoco el inicio está transcurriendo por los cauces que pretendía el Partido Popular, después de ocho años sin tocar moqueta en la mayoría de instituciones. Dimiten dos consellers electos antes de su proclamación en el Consell, algo inaudito, un concejal en Ciutadella es desalojado por el partido debido a un comportamiento inadecuado en las fiestas, y como colofón, el futuro presidente, Dolfo Vilafranca, acata directrices de partido a nivel nacional y balear para dar entrada a Vox en el gobierno insular. Es el mismo Partido Popular que anduvo cuatro años cuestionando a Susana Mora por someterse a las directrices de Francina Armengol en el Consolat, por encima de los intereses menorquines, el que ahora asume la disciplina del partido y ha tenido que buscar acomodo a Vox para que Prohens evite dar entrada a la ultraderecha en el Govern. No, no es un buen comienzo para los partidos más tradicionales.