¿Cómo están queridos lectores? ¿Tienen ya su propio podcast? Porque parece que si no tienes uno para soltar tus mierdas a los cuatro vientos no eres nadie, sólo en Spotify encontramos 4,4 millones de podcast, vaya turra. Por un lado está muy guay la libertad que da el mundo podcasting para salir de las garras, al menos de momento, de los grandes monopolios de información que viran todos hacia el neoliberalismo y eso, como ya sabemos, desemboca en fascismo, con entrevistas blanqueadoras como la que le hizo el poco egocéntrico señor Motos al centrado y racional señor Bosé. Pero por el otro, el precio que pagamos por esos quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol es muy alto. La necesidad de casito en las redes nos está llevando a unas autoestimas machacadas porque no llega, en lenguaje binario, suficiente amor en forma de corazoncitos virtuales.
Creo que a todos nos ha pasado que en una sobremesa con colegas se ha desatado la caja de las chorradas y las risas han brotado con más facilidad que los casos de corrupción en el partido del padre de Taburete, pero de ahí a pensar que podemos poner unos micrófonos para que el resto de la humanidad se parta la caja va un trecho más largo que el que hay entre un Borbón y la honestidad, bueno, creo que me he pasado con la comparación, porque igual alguna risa sí que sacábamos. En cambio no hay ni una gota de honradez en Fernando VII, María Cristina, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XII, el «campechano» puesto a dedo por un genocida dictador y el «preparado» que no sabía nada de lo que hacía su padre, todos ellos reyes por la gracia de su dios, todos ellos descendientes de una dinastía de origen francés, todos ellos más preocupados de su patrimonio que de su pueblo, todos ellos defendidos por patriotas de pacotilla que se llevan sus dineros a paraísos fiscales, bye bye a la franquista Ferrovial, todos ellos sustentados por lobbies de poder que solo buscan beneficios económicos ya sea con esclavos, ya sea con tráfico de armas, pero se disfrazan de bandera para que no salga de palacio el olor a podredumbre que no tapa ni las alfombras más gruesas tejidas en la Real Fábrica de Santa Bárbara.
Bien, pues a pesar de las evidencias históricas de que los únicos reyes que merecen respeto son los reyes Magos, hay mucha personita de a pie que se han tragado el discurso de la nueva aristocracia empresarial corrupta, y defiende al rey como si fuera su hijo, no han aprendido nada de los muertos del 2 de mayo de 1808 donde muchos se levantaron no solo contra los franceses, sino también contra la monarquía absolutista de Fernando VII, que cuando volvió a España les traicionó de nuevo y puso sus reales vicios al servicio del beneficio económico de sus aristócratas, y se cargó la constitución de Cádiz de 1812, la Pepa, para instaurar de nuevo el absolutismo, vamos, un pieza que de vivir hoy en día seguro que estaría exiliado en alguna dictadura del desierto podrida de petrodólares rodeado de lujos obscenos y acompañado de algún nieto igual de golfo que él.
No me sorprende que los poderosos quieran seguir siendo súbditos en pleno siglo XXI, se hacen buenos negocios al lado de las monarquías corruptas, lo que sí me llama la atención es que la víctima ame al verdugo, que el explotado defienda al explotador, pero mira tú, si el fascismo está entrando de la mano de unas hormigas de trapo y algunos se beben la cerveza caliente y sin espuma, ¿qué podemos esperar? Lúpulo y feliz jueves.
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