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El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania se está dilatando más de lo que cabría esperar. Las consecuencias ya las están sufriendo el resto de países europeos o de otras latitudes porque los daños colaterales son imprevisibles y difíciles de cuantificar. De momento, miles de ucranianos han iniciado el durísimo peregrinaje del éxodo, huyendo de las bombas, los misiles, el hambre y esa locura de matar por matar o que te maten.

Al principio de este drama recuerdo que hablaba yo de los jinetes del Apocalipsis. De momento ya tenemos la guerra, el hambre y por supuesto la muerte. El jinete que falta por llegar es posible que también acuda a la cita. Al final de todo esto se dilucidará en nada untado con menos pero el sufrimiento es y será enorme. Qué horrorosas son las guerras y qué inútiles; solo generan sufrimiento, dolor y odio, sin aportar nada que sea útil ni siquiera para aquellos que se dedican a estar en guerra a veces contra los demás, a veces contra sí mismos. No acabo de comprender cómo el todo poderoso ejército ruso está dilatando la invasión de Ucrania. No sé de qué le vale al gobierno ruso sacar a pasear a miles de uniformados pulcramente vestidos y armados hasta los dientes con material bélico de última tecnología si luego, a la hora de sustanciar una invasión, los invadidos se les han subido a las barbas repartiendo tortas como panes a todo ruso que se les cruza por el camino y por si fuera todo esto poco se afirma que no es una guerra donde se estén respetando los acuerdos internacionales que recogen los acuerdos de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales de 1977.

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Conviene no echar a barato en esta absurda guerra que están participando dos de los países con más armamento nuclear. Quiera dios que a nadie se le crucen los cables y se organice un conflicto de insospechadas consecuencias. Por de pronto tenemos ya la inflación que asusta a cualquiera cuando tiene que coger el carrito de la compra o a repostar combustible. A la señora ministra se le ponen los mofletes colorados cada vez que tiene que dar cifras negativas, que últimamente viene a ser desde que empezó la maldita guerra, cada vez que le da un tiento al número de parados o a los parados que llevan lo mejor de sus vidas buscando trabajo y no lo encuentran.

Formamos parte de una sociedad desestructurada, donde algunos piensan en qué esquina te puede estar esperando el covid-19 mientras cosechan una nueva negativa para alcanzar la quimera de un puesto de trabajo que les permita llegar a fin de mes. Otros andan con el separatismo trasnochado que les tiene en un sinvivir. Otros andan dándose bofetadas con la historia. ¿Qué la guerra de Ucrania se alarga? Más se alargó lo de Afganistán donde antes estuvieron franceses, rusos, americanos y una representación de todos los países que allí fueron no se sabe a qué para al final tener que ser los propios americanos los que dejaran aquel país en standby con un repliegue que bien podríamos decir de mandar cada mochuelo a su olivo. Nadie se ha librado de no salir con el rabo entre las piernas. Por eso lo de Ucrania podría, llegado el caso, ser una repetición. O como les pasó en Vietnam donde América difícilmente olvidará que para un viaje como aquel no hacían falta alforjas ni demostraciones terroríficas de su capacidad de mostrarle al mundo que tienen armas de destrucción masiva y que no se lo piensan dos veces en usarlas sobre población civil. Que se lo pregunten a Hiroshima y Nagasaki.