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¡Ni se les ocurra! De padecer un insomnio puntual agárrense a un buen y viejo libro. O hagan un esfuerzo y accedan a su cocina. Agarren un vasito y tomen algo que les ayude a dormir. ¡Créanme! ¡Ni se les ocurra, repites, en esa tesitura, abrir el televisor! Tú caíste en ese craso error. ¿Sobre las cuatro de la mañana? Pasas al presente histórico aunque tu vida sea la de un «mindungui» y, por tanto, no tenga nada de histórico o trascendental. Aparece en un canal -en mil canales- una especie de pitonisa. Muy buena no ha de ser -piensas- porque constantemente se gira hacia un panel, situado a sus espalda,    donde figuran todos los signos zodiacales. ¿Adivina? Por ende se saltó a «Aries» y no te jorobó, porque tú eres «Capricornio»… O sea, un cornudo… «Amigo Capricornio –reproduces literalmente sus palabras- ¡levántate!». Pues vale, ¡no voy a quedarme el resto de mi vida en la cama! Añade: «Alguien llamará hoy a tu puerta con un mensaje de amor» No anduvo muy fina la tía. Aunque, efectivamente, acertó… Recibes la visita de una cartera con un sobre de Hacienda… ¿Amor?

Son las 4.00. Son las 4.01. Son las 4.02.

La programación televisiva va de mal en peor. Cambias, esquizofrénico, de canales… Y, entonces, de repente, te topas con algo denominado «La tienda en casa». Te ofrecen módicos plazos a pagar en no sé –ahí está la trampa- cuántos meses. Un programa ideado -crees- para que te sientas más viejo y, por tanto, más dependiente: sillones que se elevan y te ayudan a incorporarte, aparatos varios para favorecer tu circulación, batidoras para dietas impensables… Son las 4.55. ¡Dios! ¡Nunca te habías sentido tan jorobado! Estás por llamar a esa bruja pitonisa, pija, esa que debería de ser denunciable, para pedirle que te diga cuáles serán los números del próximo «EuromillónAsí, quizás, podrías comprarte ese sillón e invitar a cenar a esa presentadora –esperas no incurrir en un micromachismo- en un restaurante de lujo y aliviar, así, tu insomnio…

La tía sigue: «Si algo te preocupa, si algo te inquieta, si…»

Ahora le toca a «Libra»: «Algo te pasará hoy.» Of course! A no ser que la espiches…

6.00. 6.001. Amanece.

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Juegos on line…

6.002…

Cambias de canal. Un ex concursante de un programa de «Supervivientes» te brinda un colchón de última generación. Y eso, dados tus problemas de movilidad,    ya es cachondeo…

6.004. Te levantas, ojerizo… Miras ese vaso de agua y esa pastilla de «Alprazolam». Optas por profundizar en la letra de «Resistiré».

Pero te sientes fracasado. La carta de Hacienda (afortunadamente inane) debería de haber sido una de amor. No tienes ese colchón, pero sí unos riñones que funcionan bien. Tampoco un sillón que te lo hace todo, pero tus huesos, a pesar de tu deficiencia en vitamina D, aun te son fieles… Y amanece…

Vuelves a la cocina, sí,    y te deslumbra un luminoso artículo de José María Pons Muñoz sobre la mentira y una vívida frase sobre ésta: «Con la mentira se llegan a conseguir privilegios que de ninguna de las maneras se lograrían con la verdad» Vuelves a la cocina, efectivamente,    y te acaricia la sensatez de algunos políticos que han salvado las casetes de vorera. Vuelves a la cocina - ¡qué cansino eres!- y lees el prodigioso y poético artículo de Alejandro Río sobre esas «Viejas relaciones». A las que acudiré en las noches de insomnio. A la postre, vivir es un ejercicio de deslumbradora belleza… A pesar de los insomnios…