Los cristianos sois, en múltiples ocasiones, reacios a proclamar públicamente vuestra fe. Sin embargo, miembros de otras formas de pensamiento lo hacen sin ambages. Con energía. ¿Será porque son más sólidas sus convicciones? Los católicos tal vez se muestren renuentes a hablar de Jesús o de su doctrina por temor a ser vistos como meros catequistas o evangelizadores trasnochados. Y no se trata de eso. Pero se puede – y sería bueno que se hiciera- hablar de, por lo menos, algunos textos del Nuevo Testamento que irradian luminosidad y que serían perfectamente válidos desde la creencia o desde el agnosticismo. Propuestas valientes y progresistas al cien por cien que rebasan, y con mucho, los ideales más avanzados en cuanto a la defensa del débil frente al poderoso, del pobre frente al rico… Algunas de ellas aparecían en el Evangelio de Lucas del pasado domingo. Asumir lo dicho, en él, por Cristo, implicaría un compromiso radical, una generosidad sin medida y un heroísmo llevado al paroxismo porque sus palabras eran/son, sin duda, las más revolucionarias de cuantas hayas podido escuchar. A saber: «En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian (…) A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? (…) Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada (...) No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará (…)»
Contigo mismo
Cristianismo, progresismo y utopía
22/02/22 3:59
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