«Si vivim, coses veurem» dicen por aquí. La vida nos da sorpresas y el futuro no es nunca como lo habíamos imaginado. Esto se sabe desde muy antiguo, más antiguo que el Quijote, donde por cierto no se encuentra la expresión «Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras». La expresión es aún más antigua, pertenece al Cantar del Mío Cid («Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras»). Seguro que ni don Quijote ni el Cid -ni tampoco nosotros- imaginaron nunca el fenómeno del botellón. Nosotros, que escandalizábamos a nuestros padres porque organizábamos guateques con chicas y con bebidas alcohólicas, que poníamos discos en un tocadiscos portátil y saltábamos al ritmo del rock and roll -Rock and Roll Music, en versión de los Beatles- y hasta del twist o la yenka, un baile ridiculísimo en el que había que hacer izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres. Sí, nosotros, que nos equivocábamos de pierna sin llegar a ser disléxicos, que cuando lográbamos besar a una chica en un rincón oscuro éramos atrapados por su madre, que vigilaba a su pupila, nosotros que cosechábamos una ristra de noes en los bailes locales, estoy cansada, y luego resultaba que todas estaban cansadas, sentaditas contra la pared, porque las costumbres y el qué dirán impedían desmadrarse. No imaginábamos que nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos, iban a desmadrarse de verdad.
Les coses senzilles
Cosas veredes
11/10/21 0:39
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