Cuando algún racista del «Primer Mundo» (¡Menudo sarcasmo!), desde la opulencia de su sala de estar, critica a un inmigrante o a la inmigración en su conjunto, se muda en un extraño matemático. Porque, para él, el ser humano (los de las otras tres partes del olvido y la desolación) no es sino un número. Esa simplificación facilita la sedación de la conciencia. A ese alguien (que ahora cambia compulsivamente de canal con su mando a distancia y engulle, literalmente, una pizza cuatro quesos) le regalarías, gustoso, un ejemplar de «Yo, Mohamed», un bellísimo texto de Rafael Torres en el que, a través de una serie de relatos, el autor pone nombre y apellidos a esos números/personas, narrándonos, describiéndonos, con enorme lucidez y maestría, la tragedia vivida por tantas personas que huyeron de su tierra natal, jugándosela… No les quedaba otra: se trataba de escoger entre una muerte probable y una muerte segura… Torres consigue, así, que los números se conviertan en un rostro... Entonces, la conciencia, rediviva, aguijonea el poco poso de humanidad que, tal vez, aún anida en el corazón de tanto malnacido… Nadie pone en riesgo su vida por placer, sino por sangrante necesidad…
Contigo mismo
El ser humano como misil
01/06/21 0:00
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