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Temes -¡ojalá te equivoques!- que, a partir de otoño, surja otra pandemia, no física, pero sí moral. Vendrán -¡ojalá te equivoques!, repites- tiempos difíciles en términos económicos y, también, en términos sociales y de convivencia. Te refieres a la ira, a la irascibilidad que suele producir el descontento. Y, de ese mal, deberéis salvaros vosotros mismos. Y vacunaros ya, ahora, preventivamente. En esa labor estaréis/estaremos absolutamente solos… De esa epidemia ya van apareciendo algunos brotes. En tertulias de bar oyes conversaciones en las que el racismo ha arreciado. En charlas espontáneas surgen reacciones y faltas de respeto hace poco inauditas. De lo puntual, se pasa a lo genérico sin criterio alguno. De la borrachera de algunos jóvenes se pasa al procesamiento de la juventud en su conjunto. Sin defensa, ni apelación, pero sí con condena. Un odio soterrado aflora hacia los ancianos por parte de aquellos que, estúpidamente, ven hoy lejano ese horizonte en el que, tarde o temprano, se situarán. Se efectúan proclamas golpistas y se añoran atroces años dictatoriales. Se buscan salvadores que abran las aguas de los mares. Y, también, un báculo único que, sostenido por quien se pone el mundo/democracia por montera, la saja e impone su ley… Algunas tertulias, algunas aseveraciones que nacen y medran en los incultos e insanos corazones de muchos, aterrorizan… Puede que únicamente sea el principio de un mañana inminente…

¿Quién os salvará? ¿Los populismos a izquierda y derecha del panorama político? En absoluto, porque estos nacen y se nutren de vuestras miserias. Mientras existan, tendrán sentido. Nada harán, pues, para socorreros, porque de vuestro llanto depende su supervivencia. ¿Del Gobierno? Un gobierno que ha olvidado el prestigio y honor del partido que lo sustenta, ese que tantos y tan buenos servicios ha prestado a vuestro país y que ahora queda reducido a los intereses de un egocentrista, de un narcisista? ¿De un Gobierno que ha hecho de la mentira, del engaño y de la ausencia de caridad su modus operandi? ¿De una derecha incapaz de centrarse y de dejar esa inanidad que preside su llamémosle acción de oposición? ¿De quienes, en busca de identidades y esencias patrióticas varias se agarran al «cuanto peor, mejor» ¿Quién os salvará, sí?

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En este sentido, tienes que referirte una vez más a don Miguel de Unamuno y a su bellísimo y real concepto de intrahistoria. Son los ciudadanos de a pie y no los generales, ni los dictadores, ni los gobernantes patológicos, ni los iluminados de turno quienes sanan a las naciones. Es decir: usted y él y ella y un nosotros y el vecino del cuarto derecho. Son los ancianos (esos a los que, según algunos, habría que gasear) cuando acogen a un hijo en situación precaria y a su esposa y a sus hijos. Son los que resisten, a pesar de sus pésimas condiciones de trabajo, en su puesto de faena. Son los que colaboran en organizaciones no gubernamentales. Son esas gentes, que sin antifaz, ni capa, ni poderes sobrenaturales, usted ve diariamente caminando por las aceras. Son los que abren bares o comercios o panaderías aunque, al hacerlo, su mano tiemble ante el temor de lo que se avecina. Es también esa viuda que a duras penas puede llegar a final de mes y que, a pesar de eso, se empecina en dejar algo de comida en las cestas solidarias que aguardan en las silenciosas parroquias. Son…

Llegan tiempos difíciles. Es esa una frase que hubieras no haber tenido que escribir. Y habéis de prepararos. Sois millones de Cary Cooper que, al igual que él, os encontráis solos ante el peligro. Y a esa lucha que se prevé dura se añade otra: la de batallar para que, en su transcurso, no perdáis, por nerviosismo, premura o miedo, los valores éticos y la moral que os dignifican, para que, amén de lo que ocurra, no extraviéis, paralelamente, la cordura, la caridad, el respeto, la solidaridad, la buena educación y todo aquello –lo único- que podrá irradiar un poco de benévola luz entre tanta tiniebla tan sólo ayer impensable…