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Ante una disyuntiva como la actual, entre la emergencia sanitaria de primer orden que vivimos y la cesión de nuestra privacidad, está clara la opción, elegiremos la salud. En estos momentos de una crisis inimaginable se producen decisiones que pueden marcar nuestro futuro. Sucedió ya con los atentados del 11-S en 2001; aquello cambió nuestra manera de viajar, nos sometemos sin queja a controles exhaustivos para garantizar la seguridad. Ahora, el triste coronavirus SARS-Cov-2 ha conseguido de un plumazo que permitamos una vigilancia de nuestra intimidad como antes nunca se había producido. De hecho, solo hace un mes hubiéramos puesto el grito en el cielo ante la Orden del Ministerio de Sanidad publicada este pasado fin de semana, que permite nuestra geolocalización a través del teléfono móvil. Todo ello, aseguran, de manera anonimizada y con el objetivo de estudiar la movilidad y saber si la persona contagiada está en la comunidad autónoma que dice estar; también se analizarán, cruzando datos de los operadores móviles, los movimientos de las personas en los días previos al confinamiento y durante el mismo. Esta aplicación informática, cuya creación ha sido encomendada a la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, ya se utilizan en otros países, como China, Corea del Sur e Israel. Las reticencias al uso de los datos, siempre un tema sensible, esta vez no ocupan titulares. También el gobierno estadounidense quiere usar la información de Facebook y Google para combatir la pandemia.

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Estamos ante una cesión sin precedentes, los estados y las corporaciones suben un peldaño importante en cuanto al control de la población que no sabemos si será temporal o se quedará ahí para siempre, con el fin de frenar esta pandemia, de la que ya se anuncian oleadas, u otras plagas futuras. Estas aplicaciones tienen su cara positiva por la información que proporcionarán también al ciudadano, que podrá autoevaluar su salud, obtener consejos y evitar riesgos. Lo que está claro es que esta interrupción abrupta de nuestro modo de funcionar, junto con la aceleración de muchos procesos como el teletrabajo, cambiará nuestras vidas para siempre.