Se me da mal la jardinería. Se me da mal el bricolaje. No tengo ni idea de mecánica, solo sé dónde está la batería de mi coche, que es más antiguo que las ideas de Cayetana Álvarez de Todelo, porque pone Tudor. No creo en la reencarnación, ni en el karma, para mí un persona que se alegra de que disparen a las pateras de los inmigrantes no puede haber tenido otras vidas anteriores, ni siquiera la de cucaracha; y hay personas que se portan divinamente y la vida les trata peor que un bebé a sus pañales, y en cambio otras son mas malas que la tiña y la vida les agasaja con parabienes obscenos. Y por último, queridos lectores, no creo ni de coña que cualquier tiempo pasado fue mejor, es más, desconfío de todos aquellos que mitifican pasados oscuros para vendérnoslos como gloriosos con el único fin de atacar las ideas imprescindibles para que la sociedad avance. Joder, vaya primer párrafo más intenso, a ver si al partir del siguiente la cosa afloja, que ya tenemos bastante angustia con el coronavirus, el Corinna virus y el reggaeton.
Pues resulta que a Caelie Wilkes, una mujer británica, se le da la jardinería peor que a mí. Parece que a la buena de Miss Wilkes le regalaron una planta que ella colocó en la repisa de la ventana de su cocina. La cuidó con mimo durante dos años y según sus propias palabras, «le alegraba el día cuando se despertaba y la contemplaba». Pues bien, un día Caelie decidió trasplantar su crasa de verde intenso a otra maceta, y chorprecha, en lugar de raíces se encontró con un trozo de corcho, porque la planta en cuestión era de plástico. Según ella mismo publicó en Facebook (esa red social para gente sin amigos que fomenta el chismorreo a un ritmo exponencial), siente que sus dos últimos años han sido una gran mentira.
Qué metáfora tan bella la de Caelie Wilkes, cuántas personas no dedican años de esfuerzo a un proyecto en el que creen y desgraciadamente el paso del tiempo les descubre que todo ha sido una gran mentira. No sé, como los que se creyeron que Felipe González era socialista, Enrique Iglesias cantante, o el rey emérito campechano. O los que pensaron que los polvos de talco eran inofensivos y pusieron kilos en los culitos de sus bebes, sin saber que eran más cancerígenos que acampar en Chernobyl, te perdono mamá, lo hiciste con todo el amor del mundo.
Empecé el artículo confesándoles unas cuantas de las muchas limitaciones que tengo, no sé si eso me hace más débil o más humano, pero es lo que hay y no pienso ir de víctima, a llorar a la llorería. Ya tenemos suficientes personajillos públicos con mucho poder que se dedican a presentarse como mártires cuando difunden ideas de sádicos verdugos. Es obvio quiénes son, no se dejen engañar, aunque hayan elegido el color verde de la planta de Miss Wilkes, provocarán mucho dolor y sufrimiento. Basta echar un vistacito a la Historia para corroborar los hechos, vean lo que dijo Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi: «La mayor broma de la democracia es que le da a sus más acérrimos enemigos los medios necesarios para destruirla» y «Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá.» Atentos, porque cuando el virus pase ellos continuaran aquí.
Así que sin karma sanador, sin reencarnación justiciera y sin idea de mecánica, solo espero que estos pasos para atrás sirven para coger impulso, que la vida les sea lo más dulce posible, porque no hay otra, y que mi coche aguante muchos años. Feliz decimoprimer jueves del año.
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