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Cincuenta años publicando libros me han llevado a la ciudad de Lleida. Acompañado por mi mujer, Rosa, sin la cual me perdería en el pasillo de mi casa, tal como dice Indiana Jones acerca de Marcus en «Indiana Jones y la última Cruzada»: «¡Una vez (Marcus) se perdió en su propio museo!», acompañado también por Pilar Arnau, Josefina Salord y por Ismael Pelegrí, autores del libro «Pau Faner, fabulador» llegué hace poco a la ciudad de Lleida. Allí se encuentran dos menorquines jóvenes y emprendedores, Òscar Bagur y Marta Villalonga, que se embarcaron hace años en la arriesgada aventura de fundar una editorial catalana, Editorial Punctum, de obligada consulta para estudios universitarios. No responden al arquetipo de editores, porque son jóvenes, joviales, generosos y hasta dulces –Marta Villalonga está emparentada con Cas Sucrer de Mercadal, la única parada dulce que hacía el autobús, Es correu, cuando nos llevaba a examinar a Maó durante el bachillerato en los últimos años cincuenta y primeros sesenta del siglo pasado. Nos llevaron a visitar la cárcel de Lleida, como en la canción tradicional, y pude comprobar que todas las mazmorras insalubres que me he inventado en las novelas de aventuras tienen visos de auténtica realidad. Después, en la sala de conferencias del Institut d'Estudis Ilerdencs, atiborrada de fantasmas, Ismael Pelegrí y Pilar Arnau dejaron constancia de la prolija tarea que supone dar forma a un libro a partir de los trabajos de los diversos estudiosos que contribuyeron con su esfuerzo a realizar el congreso sobre la obra de un autor vivo, como sigue siendo el caso. Autores que generosamente derrocharon energías sobre este proyecto hecho realidad y que lo hicieron de modo totalmente altruista para paliar la falta de trabajos de este tipo en torno a nuestra literatura y nuestra cultura. Estas cosas se hacen no por amor al arte, sino simplemente por amor, en este caso por amor a lo nuestro, que era lo que me enseñaban a mí los padres salesianos cuando me decían ámate primero a ti mismo para amar después a los demás.

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No podré pagar este favor; no podré pagarlo a Pilar Arnau, Ismael Pelegrí, Josefina Salord ni tampoco a los once ponentes que con sus escritos configuran las páginas del libro. Algunas cosas no se pueden pagar, y esta es una de ellas. No se puede pagar el amor de una madre hacia sus hijos ni tampoco el de los hijos que como en este caso entregan todo su amor a la madre, que es la lengua y la cultura catalana.