Cada cierto tiempo hay algún tipo de protesta o manifestación en las calles de Menorca, informativamente tienen su cobertura, sean por la causa que sean. Contra los desahucios, contra las prospecciones petrolíferas, a favor de la acogida solidaria de refugiados, por el derecho de los catalanes a votar su independencia, contra los tratados de libre comercio –¿qué pensarán ahora del proteccionismo de Trump y los aranceles impuestos a nuestro queso? En fin, eso da para otro debate–, por el aumento de las pensiones o las ya tradicionales marchas del 1 de mayo reclamando mejoras para los trabajadores. Y por supuesto, contra las obras de la ampliación de la carretera general.
Todas ellas son respetables, cada uno opina y corea lo que quiere siempre dentro del respeto a los demás y la legalidad. Y la legalidad, según la autorización concedida por la Dirección Insular de la Administración General del Estado a la denominada Marxa per la Llibertat, convocada en contra de la sentencia del procés el pasado domingo, era caminar por el arcén de la carretera general, como ya se había hecho con otras manifestaciones durante la tramitación de este aciago proyecto.
Sin ponerse en peligro ellos ni molestar a los demás. Pero molestar se ve que era la premisa, porque se cortó el tráfico en la principal vía de comunicación, la única que tenemos, entre Maó y Ciutadella. No hay alternativa, para aquellos que no residen en la zona del levante insular, para llegar a dos infraestructuras importantísimas, como el hospital y el aeropuerto. Y los participantes en esa caminata y en la sentada en Rafal Rubí impidieron el paso a decenas de conductores. Es lamentable este efecto contagio de lo que se está viviendo tristemente en Catalunya. Y es irresponsable que personas que están en instituciones para arreglar problemas, y cobran por ello, se sumen a generarlos. Toda la performance tuvo lugar en el tramo inacabable entre Alaior y Maó, ese del que aún no atisbamos cuál va a ser el final. Si el asunto no fuera serio y carente de toda gracia –ya veremos cómo acaba el expediente abierto–, se diría que la cosa tiene su guasa.