Antes, cuando se cruzaba contigo, miraba despectivamente a Roig, tu perro. A Roig, inteligente y fiel conocedor de la naturaleza humana, no le importaba y seguía agitando su cola metida a sonrisa. En ocasiones –casi siempre- el susodicho aprovechaba el encuentro para proferir en audible voz baja variopintos improperios contra el que dicen que es –y no yerran- el mejor amigo del hombre… Ahora, ese mismo conocido pasea ufano por la calle con dos galgos a los que nunca has visto acariciar. No es, a la postre, la suya, cuestión de querencia, sino de ostentación. El nuevo rico se asemeja, entonces, a un triste Ben-Hur en los circos romanos, pero sin la heroicidad de ese judío que se empecinó, pese a sus infortunios, en seguir creyendo en Dios…
Te da pena…
- ¿Quién? –te preguntas-.
- El de los galgos –te contestas-.
De hecho, en su barrio, ya se le conoce como tal…
- Son galgos tristes…
- Para ellos, la calle es como un escaparate en el que no anida la ternura del amo. El dueño, adulto niño presuntuoso, los saca a pasear como queriendo decirle a la barriada que, no hace mucho, le sonrió la fortuna y que sus canes le confieren, en un mundo invertido, pedigree…
El mentado obvia –cotillean- el bar al que solía acudir y, por ende, a sus parroquianos, con los que pasó eternidades de feliz compadreo... No en vano está ahora en otro nivel… Cuentan que se ha comprado un piano de cola, blanco para más señas (a pesar de haber sido culé), pues alguien le comentó que eso proporcionaba empaque y majestad… Y añaden que se pasa horas y horas intentado, inútilmente, que de esas teclas surja milagrosamente algo parecido a la melodía de «Titanic»… Finalmente, los chismorreos rematan faena al señalar que, aunque estuvo tentado de comprarse una suntuosa casa en Malbúger, optó finalmente por quedarse en su barriada, básicamente para jorobar…
Hoy has visto a sus galgos atados a la puerta de una panadería. Y te has aproximado a ellos y los has acariciado… Y Thor y Odin, se han mudado, de pronto, en Pluto y Hachiko…
- ¿En la panadería?
- En la panadería –te contestas-. La dependienta es humilde y el new ha querido fastidiarla todavía más hablándole de la próxima y costosísima boda de su hija María, esa María que ahora se llama Mary… Mañana repetirá la jugada, pero acudirá a la jodienda en su Mercedes, aunque viva a unos cien metros de la pastelería…
Sus amigos ya no son sus amigos. No en vano dijo la sabiduría de Francesc Eiximenis que no había peor enemigo para un labriego que aquel que había dejado de serlo… Sus costumbres ya no son sus costumbres. Su ideología ya no es su ideología. Sus restaurantes ya no son sus restaurantes. Su ropa ya no es su ropa…
Puede –especulas- que cuando alguien le salude no conteste, sino que recele… «Ese me va a pedir dinero, seguro…». Puede, igualmente, que, en cada sonrisa, vea una amenaza; en cada adolescente, a un cazafortunas de fingido amor para con su hija menor; en cada esquina, a un salteador de caminos; en cada encuentro, el fruto inequívoco de un plan maquiavélicamente urdido; en cada…
‘El conductor de cuadrigas' lleva también sombrero, está aprendiendo informática y estudia inglés… Así se lo recomendó su particular influencer… Tras tres meses de arduo trabajo sabe darle al power y pronuncia magistralmente la frase «My tailor is rich», aunque en un acto de extraña lucidez se pregunta dónde demonios podrá meter esa frase, en qué conversación… ¡Uf!
- Y, naturalmente…
- Y, naturalmente, acude al psiquiatra… Tal vez no por necesidad, pero sí por recomendación expresa de sus asesores de imagen…
- ¿Lo conociste? ¿En tu barrio?
- En otro tiempo… En otro barrio –te respondes-. A diferencia de lo que suele ser habitual en literatura cualquier parecido de la realidad con la ficción no es, en este caso, tristemente, fruto de la casualidad…
- Y, sin embargo, tu ben-hur no es feliz… Como tampoco lo son Thor y Odin cuando no se mudan en Pluto o en Hachiko… Porque los tres adolecen de un mismo mal: la ausencia de caricias, excepción hecha de las compradas…