La llegada de unas elecciones trastoca la percepción de la realidad, unos tienden a ver (a hacer ver) que la evolución es buena, que estamos mejor que cuatro años atrás y otros lanzan el mensaje contrario, que vamos mal. Cada cual conoce su realidad, si está mejor o peor y no siempre, realmente casi nunca, es culpable de ello la política, que va más a remolque que a la vanguardia del momento económico.
En un caso así, mejor que los contrastes subjetivos e interesados son los datos, aunque no recojan las particularidades. La conclusión a la que nos llevan es que seguimos inmersos en la crisis económica. España alcanzó su pico de empleo en 2007, con 20,7 millones de trabajadores. El año pasado cerró con 19,5 millones, lo que supone una pérdida de más de un millón de empleos. También el PIB, en términos reales ha vuelto a niveles precrisis.
Los datos de Menorca mantienen la misma tendencia. 2007 cerró con 29.689 cotizantes a la Seguridad Social y en 2018, la cifra ha bajado en 2.572 personas. Sin embargo, en julio, la punta de la contratación laboral, los ocupados este año han sido 243 más que los de 2007, es decir, crece la estacionalización y dependencia de la hostería fundamentalmente.
La noticia buena es que hay más mujeres que nunca con empleo, aunque en detrimento de los hombres con casi un millón y medio de ocupados menos en el ámbito nacional. La peor es que los salarios a tiempo parcial no llegan a los mil euros.
Otro dato. En el último trimestre de 2018, un periodo tradicionalmente malo para las cifras del empleo, se crearon 36.000 puestos de trabajo gracias a la contratación en las administraciones públicas, que incorporaron 43.500 empleados. En todo el año fueron 136.300, la cifra más alta desde 2004. Esa avalancha de nuevos funcionarios compensó la pérdida de 6.800 empleos en el sector privado.