No sonreía como antes. Había perdido parte de la espontaneidad familiar pese a que su carácter, fundamentalmente reservado, le alejaba siempre del liderazgo por el que pugnan chichos y chicas integrantes de los grupos de adolescentes desde antes, incluso, de alcanzar la pubertad reservándole la posición más discreta.
Sin razones que tengan un componente lógico, un día fue el blanco de una broma pesada a la que no supo responder con suficiente ingenio. Su reacción de enfado fue el principio del calvario que soporta en silencio.
Poco a poco se ha aislado en clase, en los pasillos, en el patio, en la calle... porque incluso los que eran sus mejores amigos temen la reacción de los más fuertes y le dejan de lado. Le toca aguantar la macabra diversión diaria de aquellos con empujones, insultos, burlas y menosprecios.
Adiós a las armas
Una crueldad intolerable
09/03/16 0:00
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