Las mayores decepciones –por cosas triviales- suelen acontecer en la adolescencia cuando el hombre está conformándose, cuando las ilusiones son frescas, cuando la vida no ha mostrado todavía sus fauces. En este período un simple desengaño equivale a una debacle que nunca más se olvida. Así que todavía recuerdo con pesar la anécdota que me dispongo a relatar por carecer entonces de barba. Lo mismo, de seguro, que la retienen todavía en la memoria, amargamente, mis compañeros, mis amigos, con los cuales la conviví.
En el año 1963 el equipo juvenil de fútbol del At. Ciutadella, del cual formaba parte, se proclamó campeón de Menorca. Debíamos enfrentarnos en la final al homónimo de Mallorca, el At. Baleares, para dilucidar el campeón del Archipiélago, que a su vez tenía acceso a las eliminatorias del campeonato de España.
Era un sábado cuando todos los integrantes del equipo, con los nervios a flor de piel, esperábamos embarcar en el vaporcito en la misma Ciutadella para recalar en Palma, vía Alcudia. Algunos de nosotros era la primera vez que nos disponíamos a salir de la isla por lo que la tensión corría pareja a la ilusión. El mar andaba muy revuelto y el capitán estaba en alerta. Finalmente, tras una larga espera, se aplazó el viaje, y por consiguiente el partido, hasta el domingo siguiente. Como ovejitas, rejuntados, lamentando el incidente marítimo, nos dirigimos al Centro Salesiano, donde ni las cartas ni el billar ni el ping-pong pudieron distraer nuestra decepción.
El lunes ya fue otro cantar. El sábado estaba a la vuelta de la esquina. Poco menos que rezábamos para que el mar estuviera quieto aquel día. El martes, el miércoles y el jueves fueron las jornadas más lentas que creo haber vivido. Las horas no avanzaban, parecían cojas. Pero el viernes estalló una bomba encima de nuestras cabezas tan categórica como la de Hiroshima. ¡Hete aquí que el club renunció sorpresivamente al enfrentamiento con el At.Baleares por falta de recursos económicos¡ ¡En un abrir y cerrar de ojos, sin que nosotros pudiéramos reaccionar, supimos que el equipo juvenil de Alaior nos había suplido en la eliminatoria! No hubo vuelta atrás. Aún recuerdo los tacos proferidos. ¡No eran lenguas, no, las nuestras, sino puñales que desgraciadamente no herían a los culpables de la renuncia! Una renuncia que fue el hazmerreír en la Isla durante meses. ¡En una población súper industrial, donde el dinero corría como agua en un diluvio, no había fondos para que su equipo juvenil se desplazara a Mallorca!...
No sOlo lo recordamos, sino que aún lo maldecimos. No en vano teníamos posibilidades, no de eliminar al At. Baleares, sino de hacer un papel destacado en el concierto nacional. Después de cincuenta y tres años creo ser objetivo si digo que aquel equipo juvenil ha sido uno de los más cualificados que ha habido en la Isla. ¡Podíamos habernos proclamado campeones de España! ¡Teníamos equipo! ¡Quién sabe!...
Además es imperioso soñar... al menos en la juventud.
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