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Desde niños hemos venido asociando el verano con la ilusión. Las noches de invierno eran demasiado largas y frías, las veladas demasiado tristes, sentados ante la mesa camilla, con el brasero encendido, a menudo a la luz de un candil, porque la electricidad fallaba demasiadas veces en los años cincuenta. Verano era sinónimo de vacaciones, salidas a la playa en bicicleta, frutos maduros en las pavías de los patios caseros, meriendas a la orilla del mar, cine de reestreno algunas noches, ¡cómo no íbamos a estar todo el año suspirando por la llegada del verano! Nos zambullíamos uno tras otro desde lo alto de los escalones para que no se acabara la espuma que se originaba con los saltos, y hubo una vez un chico espabilado que se lanzó al agua completamente jabonado, pensando salir limpio como una patena, y salió completamente embadurnado de jabón, porque ya se sabe que el agua de mar tiene demasiadas sales para disolverlo. Ya es mala suerte. Porque entonces solo nos duchábamos los sábados y una vez ese mismo mozo espabilado ya estaba completamente cubierto de espuma cuando cortaron el agua desde el servicio municipal y tuvo que quitarse el jabón a base de colonia.

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En las playas los chicos lucían un Meyba grandote y las chicas un traje ajustado, escotado, que levantaba olas de admiración cuando alguna se deslizaba discretamente los tirantes para que no le quedaran marcas. Luego, ya en los años sesenta, llegó el bikini, y al principio las jóvenes que lo llevaban eran prácticamente señaladas con el dedo. No digo nada cuando Rudi Genreich diseñó el monokini, con unos tirantes que con el tiempo también desaparecieron para dejar paso al topless. En televisión una modelo presentó el monokini. Iba totalmente vestida y se limitaba a enseñar la prenda cogiéndola con los dedos.

Las noches de verano se amenizaban con músicas suaves y canciones sugerentes, como las de Bonet de San Pedro, bajo el parpadeo de las estrellas. Pero pronto empezaron a oírse las canciones de Paul Anka o del Dúo Dinámico, junto con muchas otras: «Quince años tiene mi amor», «Sapore di sale», «La chica ye-ye», «Me lo dijo Pérez», «Juanita banana»… El verano ya era una pequeña expresión de libertad, ya se llamaba Cubalibre a la mezcla de Coca Cola con ron, ya llegaban los turistas y con ellos las primeras extranjeras emancipadas que buscaban un amor pasajero. Un rayo de sol, ¡Y viva España!, Bailando, me paso el día bailando, la coctelera agitando… Por un poco de amor y de ilusión.