TW

He sacado del baúl de mis recuerdos una novela inconclusa, la empecé 30 años atrás. Tenía su origen en las fiestas de San Juan y el desenlace se producía el 9 de julio del año de la desgracia, dos fechas cercanas, inolvidables y contrapuestas. Una trenza de amor y muerte que abandoné por motivos laborales, y también por que la ejecución de una novela costumbrista, histórica, si se reside a 3.000 kilómetros de distancia es un cúmulo de dificultades insuperables a la hora de ser fidedigno.

Se desconoce el inicio de las fiestas. Probablemente comenzaron con una romería a la ermita de Sant Joan de Missa. La fecha se pierde en la neblina de los tiempos. Lo que si sabemos, sin embargo, con claridad es que en la Fiesta de Sant Joan se consolidaban los incipientes amores; constituía el vértice donde dos trazos humanos se encontraban, para, sin vuelta de hoja, no volver a separare. El inicio de la novela es un ejemplo armónico de lo que les sucedía a nuestros antepasados:

«Aquel 24 de junio en Ciutadella de Menorca los caballos desfilaban como cada año más engalanados que las mujeres, no obstante lucir éstas sus mejores ropas. Monturas y jinetes, raciales, acicalados, recorrían las calles, ante la expectación general. Algunos mozos impedían en ocasiones su avance y los equinos brincaban y relinchaban. La alegría se convertía en pesadumbre cuando algún joven quedaba aprisionado entre las patas del animal. Hematomas y rasguños, sin más, restituían de nuevo la algarabía popular.

Sisca observaba, desde una ventana las diversas incidencias de la cabalgata, achicando los ojillos. Entreabría los labios, inquieta, algo turbada. Las palpitaciones de su corazón anunciaban sonoramente la proximidad del jinete de sus sueños.

Noticias relacionadas

Al aparecer Toni con su cabalgadura, Sisca se ladeó, para mostrar de perfil sus encantos. Aquellas ondulaciones encabritaron a los dos machos. Las manos del equino buscaron el cielo mientras Toni se enroscaba a la tierra, contemplando a su amada. Hubo cómplices miradas, rubores y el detalle de una sonrisa. Finalmente Toni espoleó aturullado el caballo, dando paso a otras monturas.

Sisca esperaba que Toni le dirigiera la palabra durante las fiestas. Aquel mozo recio, tranquilote, de pocas palabras, no se decidía a aproximársele. Parecía indeciso, confuso, cuando los domingos la miraba de soslayo durante la misa. Después, en la plaza, no seguía el ejemplo de sus amigos que reían, hacían bulla o cortejaban alguna moza. Aunque ella se había fijado en él por ser precisamente tranquilo, discreto y también atractivo.

Aseado y limpio, estaba bien con lo puesto. ¡Le había sorbido los sesos! Andaba excitada, entre sábanas, por la noche, sin conciliar el sueño. Y una vez dormida acariciaba aquel pelo rubio como el trigo, y la gravedad de su rostro le retorcía el cuerpo. Pero ya no soportaba más tanto tormento. ¡Todo tiene un límite! Si aquella misma tarde no se le acercaba durante la cabalgata había resuelto dirigirle una mueca, sacar si importa la lengua, ¡así mismo! ¡Aquel hombre era el suyo! No había en la villa otro que le transmitiera tan intensas vibraciones.

Consideraba un deber inaplazable rescatarlo ante sus vacilaciones. Cerró la ventana cuando hubo concluido el desfile firmemente resuelta a poner en práctica aquella misma tarde todos sus planes...

(Continuará).