De aquí y de allá
El alcalde
No sé a quién habrán votado ustedes, pero a toro pasado les diré que, contra toda creencia, el alcalde no debe ser una persona hiperactiva. Esta cualidad la deben exhibir los otros regidores, dirigiéndose dinámicos de un distrito a otro, conversando con los vecinos, coleccionando datos, asumiendo porcentajes, negociando con los deudores, atendiendo a proveedores, gestionando contenidos o dialogando con otras corporaciones. Un alcalde debe sobresalir sobre todo en el ámbito del pensamiento... No se puede exigir además a una persona ser notable en todas las facetas. Cuando se destaca en una, difícilmente se despunta en otras. Dios sólo concede -si acaso- una cualidad en un grado excelso, nunca dos. Por lo que un alcalde, provisto de una mente poliédrica, ajedrecística, no debe propagarse en la calle. Ni siquiera, diría yo, en el Ayuntamiento para no ser importunado. En la paz de su domicilio con los datos y porcentajes, suministrados periódicamente por sus allegados, sacará de seguro conclusiones de postín. Y es que en la oscuridad la inteligencia distingue claramente la luz en todo su fulgor y profundidad; porque del prolongado sosiego surgen no sólo los sabios raciocinios espirituales, sino también los productivos, los lucrativos y los comerciales mientras que con el hervor diurno, con los intercambios, se aprecian sólo lucecitas, en muchos casos de candilejas, procurando desarreglos irreversibles para el futuro.
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