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La holstein o vaca frisona es una raza procedente de la región de Frisosajonia (Frisia) y Holanda del norte. Algunos incluyen Alemania y el resto de los Países Bajos. Las vacas lecheras, básicamente ganado frisón, se han estado pagando últimamente entre 1.550 y 1.740 euros las de primero y segundo parto. Algunos ganaderos, cántabros o astures, no han aceptado los 1.400 euros por una de sus vacas. La frisona, altamente seleccionada de primer parto, puede costar unos 2.000 euros o muy aproximadamente. La vaca seleccionada o de concurso llega a precios realmente escandalosos.

Como curiosidad les dejo los siguientes datos: Cantabria tiene 190 ganaderos, 159 Castilla y León, Galicia, 96, País Vasco, 25, Extremadura 24; si bien contados todos los de España diremos que hay 3.817 ganaderos. Algunos tienen varias explotaciones. Por esa razón, por ejemplo, las explotaciones o granjas en Galicia sobrepasan las 12.000. El mayor censo de frisona en España en el siglo XX estaba en Santander (Cantabria), Galicia y País Vasco. En el año 1965, en Madrid capital había un censo de 18.000 vacas frisonas. Era un ganado ubicado en barrios de la capital de España, obviamente estabulado y alimentado de almacén. Hoy no queda ni una de aquellas vacas de Madrid capital. En el año 1976 se inicia el proyecto del libro genealógico de la raza frisona en nuestro país. En el año 2009, había en España 351.322 vacas frisonas. La media de edad del primer parto es a los 26 meses y el rendimiento diario viene a ser sobre los 28 litros de leche.

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Para darnos cuenta de la importancia de las razas seleccionadas para los ganaderos menorquines, les diré que África posee la cabaña mundial más numerosa y sin embargo su producción de leche es muy poco importante.

El mundo agropecuario menorquín, los llocs de Menorca, forman parte gracias a sus laboriosos payeses, de nuestra más preciada seña de identidad isleña. El campo de Menorca, sin sus llocs y sin sus payeses perdería todo su encanto. La naturaleza de la Isla sufriría tal trauma que se nos haría irreconocible. La imagen idílica turísticamente hablando quedaría arruinada y la fauna cambiaría por completo. Sin pretender que sea tomado como una frivolidad, incluso las fiestas de Sant Joan se desvirtuarían o incluso desaparecerían. Tengo para mí muy claro que el campesinado de la Isla es insustituible. Por eso, quienes amamos Menorca y lo menorquín, en la medida de nuestras posibilidades debemos coadyuvar consumiendo los productos de Menorca, entre otras razones porque además son de una calidad extraordinaria y porque con su consumo no estamos colaborando con unas gentes desconocidas o un entorno al que somos ajenos, si no todo lo contrario, con un entorno que nos es propio y con los trabajadores que hacen de él un motivo de orgullo y que además son nuestros paisanos y en no pocos casos, nuestros familiares o amigos.

Me cuesta lo mismo decirlo que callarlo, pero yo que tengo recorrido y paseado no poco mundo, les puedo decir que en ninguna parte encontré nada como nuestro campo isleño. Salga usted al amanecer, vaya caminando de Ciutadella a Sant Joan de Misa. Coja el otro camino hacia Sant Domingo, Alcarieta Vella, Binibó, llegue hasta Son Marquet, o dese un garbeo por el centro de la Isla o por los pinares de La Vall…vaya por donde sus recuerdos le lleven. Esa es nuestra Menorca interior y campesina, un regalo para los sentidos, un orgullo para todo menorquín que estamos obligados a preservar para las generaciones venideras. No hacerlo sería tanto como privarles de la mejor herencia, la que nosotros hemos recibido, los que hemos tenido la suerte de nacer en Menorca. Por todo ello, si ahora los payeses tuvieran dificultades con la anulación de la cuota lechera, los menorquines vamos a estar a su lado. De eso no me cabe ninguna duda.