Has releído «Táctica y estrategia» de Benedetti, un bellísimo poema sobre el amor platónico y –como indica el título- sobre las estrategias y tácticas utilizadas por el yo lírico para llegar a alcanzarlo. Lo has comentado en clase, ante un grupo de alumnos excelentes que prestan atención e, incluso, en algunos casos, devoción. Te preocupa su futuro. Se les acusa –no a ellos, sino a todo chaval que se ponga a tiro- de ninis, de faltos de valores, de irrespetuosos, de... Y, sin embargo, en sus mochilas no hay tarjetas bancarias marcadas por dígitos del deshonor, ni en sus chaquetas sobres abultados... Tampoco fueron los que crearon lodazales en los que luego retozar, ni los que repartieron de manera dolorosa y desigual la riqueza que os fue dada. El mundo y la naturaleza ultrajada no son, en conocido aserto, un legado por darles, sino el préstamo que os hicieron y que, probablemente, devolveréis mancillado... Sabes de lo que hablas. Llevas casi treinta y cinco años dando clase, conviviendo con ellos, con adolescentes, a un promedio de ciento setenta alumnos por curso. Y, mientras las palabras redivivas de Mario Benedetti pululan por el aula, y en algún que otro corazón, te preguntas qué debería hacerse para no proyectar sobre ellos vuestras culpas, esas que les son ajenas; para adecentarles el local; para rescatarlos de tantas miserias...
2 Por eso, ya en casa, íntima y sacrílegamente, alteras el significado real del poema y efectúas una lectura política de estrofas y versos... Ahora no te diriges a los muchachos, sino a quienes serán candidatos en las inminentes elecciones... Empezad por ahí –les gritarías-. Defended a los adolescentes desde la raíz, desde las mismísimas jornadas previas a la votación, aunque no sean ellos todavía electores... Dice Benedetti: «Mi táctica es/mirarte/ aprender como sos/ quererte como sos/ mi táctica es/ hablarte/y escucharte/ construir con palabras/un puente indestructible...». Cuando iniciéis la campaña, mirad a los jóvenes, no viendo en ellos votos, posibilidades... Miradlos como estadistas y no como políticos. Que vuestro horizonte no sea el que anida en mayo, sino el suyo, el que está en un futuro lejano, ese en el que, incluso, tal vez no estéis. Si los observáis, aprenderéis a amarlos y poco va a importaros ya el grosor de los sondeos que os inquietan... Solo su mañana... Y habladles, pero poco. Con promesas factibles en las que more el realismo. Y con hechos. Pero, sobre todo, escuchadles... Tienen mucho que decir y aún más que enseñar...
«Mi táctica es/ quedarme en tu recuerdo/ no sé cómo ni sé/ con qué pretexto/ pero quedarme en vos...» –reza el poema-. Que sea también esa táctica la vuestra. No persigáis la gloria de la cinta que inaugura, de la foto que muere en la ictericia de las hemerotecas, de los honores que se diluyen y escapan como agua en manos torpemente entrelazadas. Buscad el recuerdo amable en sus mentes, la sonrisa cuando evoquen vuestros nombres, la gratitud cuando vuestras acciones...
«Mi táctica es/ser franco/ y saber que sos franca/y que no nos vendamos/simulacros/ para que entre los dos/ no haya telón/ ni abismos...». Y no les mintáis prometiendo lo que ya de antemano conocéis como imposible. No les vendáis simulacros, porque son aun vulnerables y pueden creeros, para aborreceros después. Recuperad, en ellos, la confianza y el respeto hoy extraviados y reducid abismos con la fuerza de la verdad y la sencillez. «(...)Mi estrategia es/ que un día cualquiera/no sé cómo ni sé/ con qué pretexto/ por fin me necesites», concluye Benedetti. Que esa sea, igualmente, vuestra estrategia. Que, aunque aun no sepáis cómo, os pongáis, ya, a trabajar, desde la honestidad y el coraje, con el fin de conquistar el mundo utópico del que están hambrientos. Para que, una vez alcanzado, vuestros adolescentes de hoy puedan miraros, mañana, con orgullo y gratitud, sabiendo que lo hicisteis bien, que, ahora sí, os pueden creer, que, ahora sí, os necesitan...