Contigo mismo
¿Franco? ¿Berlín?
Desde la ventana del hotel contemplas el espectáculo de una ciudad (Palma) que se despereza, bajo la luz de un día que apenas se adivina. Extasiado por los humanos que, como hormigas, pululan por la Plaza de España, te preguntas por ese chico de dieciocho años que, hace casi cuarenta, llegó a esa misma ciudad en tiempo malo para iniciar sus/tus estudios universitarios. ¿A dónde habrán ido a parar esas cuatro décadas? ¿Cuál será la razón de su extrema fugacidad? Mientras, Jorge Manrique revive en ti. Hay quien apostaría, hoy, ante la corrupción, por un retorno de caudillos superlativos. Otros se ceban en vuestras miserias para, desde el lado opuesto de la cuerda ideológica, imperturbablemente tensada, abogar por falsos paraísos venezolanos… Tú viviste la época que, actualmente, cruel, estúpida y erróneamente, algunos reivindican. Franco yacía moribundo. Una «Marcha verde» se dirigía, imparable, hacia vuestros límites de falsa seguridad. Y tú, con la prórroga militar a cuestas, podías ser movilizado en cualquier momento. Había miedo en todos ante un futuro inminente cuyos rasgos se desconocían. Y la Monarquía no dejaba de ser una incógnita…
La Plaza era la misma, aunque no la divisabas entonces desde la pobre habitación alquilada por un adolescente universitario que podía ser requerido, de un momento a otro, para ir a matar a los que, en aquella edad no dorada, y despectivamente, se denominaban «moros». ¿Es eso lo que se añora? ¿Es eso por lo que suspiran los desmemoriados o por los que no vivieron aquellos años trágicos de nulas luces y multitud de oscuridades?
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