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Mucho se dirá y escribirá estos días sobre el cierre del espacio aéreo y el estado de alarma decretado tras la baja masiva de controladores –yo misma no descarto dedicarles mi vivir sin dormir– y no sé si llegará a captarse la esencia de lo que esto supone en un territorio insular por mucho que a buena parte de las personas que han ofrecido su testimonio les delataba el acento canario. Renfe, las empresas de alquiler de coches o las de transporte por carretera ha reforzado sus servicios con el objetivo de aliviar las consecuencias del lamentable caos. Lo habrán conseguido en la Península, pero ¿qué pasa en La Palma, El Hierro o Menorca? Sin más alternativa que el barco –ayer a mediodía no quedaban billetes para salir de Mallorca–, los isleños, una vez más, volvieron a ser los más perjudicados por la situación creada por el largo conflicto que arrastran Gobierno y controladores. Los que tenían o querían salir de su isla en el puente, con todo lo que esto conlleva en dinero, ilusión y tiempo, se quedaron atrapados sin más salida que la de volver a sus casas y los que estaban de visita sin más opción que la de saber de primera mano qué supone vivir rodeado de agua.