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El gran incremento, en torno al 90 por ciento, de los préstamos hipotecarios con tipo fijo frente al variable es una clara demostración de la desconfianza con la que los consumidores encaran el futuro. La inflación castiga con dureza las economías familiares y los consumidores tratan de blindarse en unos momentos en los que es prácticamente imposible adivinar qué sucederá en los próximos meses. La firma de una hipoteca con un tipo fijo evita los sobresaltos de un mercado al alza. Los plazos de endeudamiento actual son enormes, se prolongan durante décadas, lo que impide adivinar el comportamiento de la economía y de los intereses hipotecarios.

En estos momentos priman las medidas para quedar al margen de una previsible alza de los tipos vinculados al Euribor porque el incremento de los precios está lejos de poderse controlar. Uno de los recursos más comunes de la política económica para contener la inflación es la subida de los tipos de interés, decisión que tiene un impacto inmediato en las hipotecas variables. Con una inflación que se sitúa en los dos dígitos, y que no se logra controlar, las hipotecas de tipo fijo son las que más recomiendan las entidades financieras. La cuestión es durante cuánto tiempo se mantendrá el escenario actual, un punto primordial cuando se trabaja en una plazos temporales tan amplios.