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Hoy se cumplen ochos años del acceso de Felipe VI a la Jefatura del Estado, un proceso iniciado días antes con la abdicación de su padre, don Juan Carlos. Fue el comienzo de una etapa muy complicada para España y en la que se ha puesto a prueba la solidez de la institución monárquica, la cual ha tenido que hacer frente a retos tan graves como el proceso independentista catalán y la propia imagen de la Monarquía parlamentaria, amenazada por comportamientos inadecuados de su anterior titular. En ambos procesos, don Felipe ha antepuesto los valores constitucionales y la modernización de la Casa Real con una apuesta por la transparencia; un blindaje voluntario contra cualquier sombra de duda.

La España de hoy no es la de décadas atrás, un cambio social al que el Rey no quiere dar la espalda y así lo ha evidenciado en estos ocho años de reinado. No cabe duda que todos los esfuerzos actuales están dando sus frutos en la consolidación de un modelo de Estado, la monarquía parlamentaria, cuyo análisis ofrece un saldo de beneficios inapelable. Como cualquier régimen político, el español está sometido a los vaivenes propios de cada momento histórico y son sus responsables los que dan pruebas de su valía superando las adversidades. Felipe VI, en este aspecto, mantiene una actitud ejemplar.