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La elección de Baltasar Picornell como nuevo presidente del Parlament debería cerrar definitivamente la larga crisis que ha vivido la institución, provocada por las discrepancias internas de Podemos. La Cámara balear ha centrado el debate político, no por cuestiones relacionadas con su actividad parlamentaria, sino por disputas partidistas. El relevo de la destituida Xelo Huertas ha creado desaveniencias y desconfianzas entre los socios del Govern del Pacte, que ahora deberían cesar.

Tanto la estética como la profesión de Picornell son irrelevantes, como su manifiesto republicanismo. La cuestión de fondo es su capacidad para dirigir y dignificar el Parlament, moderar el debate político y desempeñar con rigor la representación de la institución, depositaria de la soberanía popular. Con esfuerzo, trabajo y diálogo se hará merecedor del respeto de los grupos políticos y la sociedad. Los esperpénticos episodios vividos estas últimas semanas han mermado el prestigio del Parlament, visto como un campo de batalla de luchas personales y de partido.

Debe acabar este espectáculo bochornoso para recuperar el relevante papel y las funciones que corresponen al Parlament.