Permítame que en la todavía octava de Navidad no entre en polémicas estériles, pero sí pueda expresar mi pensamiento libremente sin entrar en demasiados detalles que de hacerlo faltaría al más elemental de los principios, el de la caridad. La caridad es una máxima que debe regir siempre nuestros pasos. No caer en la maledicencia es un principio básico de las personas con un mínimo de principios éticos y morales.
Aun así, creo que conviene aclarar algunos puntos, aunque sea de manera irónica y sin ánimo de ofender a nadie. Para empezar, tiene guasa que una negacionista de la covid-19 asegure haberlo tenido tres veces para justificar la no asistencia al puesto de trabajo. «Cosas veredes, Sancho, que no crederes». Antes de hablar o de criticar primero hay que trabajar, aunque solo sea para comer. Ya lo decía San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses: el que no trabaja, que no coma.
En el día a día de nuestra vida no estamos a salvo del error, de hecho, ya lo decían los clásicos, errare humanum est. Pero no vamos a complacernos aquí del error propio o ajeno, sino del trabajo bien hecho. Trabajar es fundamental para poder tener un mínimo de auctoritas. No hablo de la autoridad efectiva sino de la autoridad que te da el reconocimiento social fruto de tu esfuerzo y de tu trabajo.
El día 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, nos levantamos con la mayor inocentada nunca vista. La excusa permanente al incumplimiento de unas obligaciones adquiridas voluntariamente, aunque eso sí, gracias al esfuerzo de otros. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Pues sí en eso estamos, excusando el no cumplir con las obligaciones de la laboriosidad que se nos exige a los cargos públicos. Hay que dar ejemplo llegando el primero al despacho, antes incluso que los funcionarios. El cargo público, sea de derechas o de izquierdas, esté acertado o desacertado, debe dar ejemplo de esfuerzo y de trabajo.
Podríamos cantar aquí, como colofón, aquello que cantaban en las misiones populares de la posguerra española: «no puedo ir a misa porque voy cojo, pero voy a la cantina poquito a poco».